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El dólar llegó a un nivel de depreciación que nunca había alcanzado: hay que pagar US$ 1,49 por cada euro que se quiera comprar, y la onza de oro alcanzó la cifra de US$ 830 (1 onza igual a 437,5 gramos), lo que significa que cada gramo de oro cuesta $ 1,90, o sea, G. 8.840. El barril de petróleo se mueve en la franja de los US$ 90 (oscilando entre US$ 99 y US$ 86 durante la última quincena). Para un país no exportador de petróleo en la así llamada “zona dólar”, esto traerá consecuencias que las autoridades de nuestro país no solo no las están previendo sino que ni siquiera las informan.
El Paraguay es un país agroexportador “insumodependiente”, esto quiere decir que las exportaciones (lo que se vende al exterior) dependen fuertemente de las importaciones (lo que se compra del exterior). Si el país no importa petróleo, maquinarias, semillas, agrotóxicos y otros bienes de capital para procesar y exportar soja, por ejemplo, no se podría exportar esa oleaginosa. Ahora bien, la soja en granos es una commodity que si bien tuvo en repunte en su precio nominal, de ninguna manera llega a compensar los aumentos que tuvieron los insumos que hacen falta para producirla. Como ejemplo, pongamos que la soja en un período determinado sube de US$ 250 a US$ 310, la tonelada: aumentó 24 %. Para ese mismo período el petróleo pasó de US$ 60 a US$ 90 el barril: aumentó 50 %. El Paraguay en ese período perdió un 26 % en los términos del intercambio soja-petróleo. Este es obviamente un negocio a pérdida para el país. Ningún inversor sensato seguiría este modelo. Esto explica por qué a pesar de que el dólar bajó de G. 6.000 a G. 4.600, aumenta el precio de las naftas, del diesel, del gas doméstico y de muchas otras mercaderías de consumo masivo.
Las explicaciones de muchos analistas económicos conservadores —y hasta hace poco tiempo del propio presidente del Banco Central— tendían a ocultar el problema argumentando que el dólar caía por las remesas de los paraguayos en el extranjero y otras falsas razones que más sonaban a excusas que a análisis serios. Al parecer, el no admitir o negar la realidad los exime de pensar en las estrategias para contrarrestar los efectos que se vienen. El dólar está cayendo a nivel mundial y nosotros estamos cayendo con él. No hace falta ser economista para entender procesos como este.
De cómo la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos tendrá repercusiones nada agradables en países como el nuestro y de cómo esa burbuja no es sino la gota que colmó el vaso del sistema financiero mundial.
Éramos pocos y parió la abuela,[1] dice el refrán, que en este caso puede aplicarse al sistema financiero mundial, pero cuya desgracia surgió en Estados Unidos hace unos meses. En efecto, las cuentas públicas venían mal en Estados Unidos de América: déficit comercial impresionante, déficit fiscal sin precedentes y desaceleración del aparato productivo.
Como además se daba un proceso inflacionario, el Federal Reserve (equivale al Banco Central de ese país) no encontró mejor cosa que alzar gradualmente las tasas de interés —que hasta hace unos tres años eran de apenas el 1 %— de modo a controlar la inflación y, de paso, atraer capitales —de tipo especulativos, de esos que buscan tasas altas para instalarse— para disponer de dólares sin emitir.
En el momento de las tasas bajas, los bancos, pero especialmente las empresas inmobiliarias, ofrecieron créditos muy convenientes para la compra de casas. Entre 8 y 9 millones de norteamericanos se embarcaron con esas tasas bajas a comprar casas con créditos hipotecarios, al subir después las tasas de interés no pudieron amortizarlas y las empresas inmobiliarias empezaron a ejecutar hipotecas. Las casas bajaron de precio y no se vendían, o sea, no pudieron recuperar esos fondos. Los bancos que se embarcaron con las inmobiliarias se quedaron sin liquidez[2]. Varias empresas inmobiliarias quebraron y los bancos solo pudieron mantener su liquidez con ayuda de los bancos centrales de sus países… ya la crisis se había extendido a Europa. Todo esto tuvo su repercusión en las bolsas que hasta ahora se encuentran sacudidas por las caídas y las recomposiciones.
El efecto de esto es múltiple: el sistema financiero mundial tambalea, la economía norteamericana podría entrar en recesión (de hecho, ya entró, según un reciente ajuste de la tasa de crecimiento del PIB hecho por el Federal Reserve), el dólar se debilita aún más, las inversiones norteamericanas en el exterior disminuyen.
El aumento de las tasas de interés golpea a los países deudores como el Paraguay, la recesión norteamericana implica aún menos compras de ese país al nuestro (ya tenemos un déficit importante en la balanza comercial), deben esperarse menos inversiones privadas directas en dólares, y si se sigue valorizando la moneda local (el guaraní), no sería impensable el ingreso de capital especulativo al sistema financiero local. Esto es un cóctel peligrosísimo para una economía tan frágil como la nuestra. Incluso, ante el desconocimiento del público local, algunos bancos extranjeros instalados en el país están ofreciendo en guaraníes créditos hipotecarios a bajas tasas, replicando la perversa ecuación norteamericana. Si estos créditos se masifican y el ajuste económico continúa, la ejecución de las hipotecas de los prestatarios morosos llevaría a una concentración inmobiliaria aún mayor en el país y la quiebra de muchas familias de clase media que se embarcaron en este vidrioso negocio, que se quedarían sin casa y sin lo que ya habían pagado por ella.
De cómo el aumento del precio del petróleo está llevando al país a un verdadero callejón sin salida
En el interior del país un litro de leche cuesta G. 2.000. El litro de gasoil G. 4.250. Un vehículo que consume 10 litros por cada 100 km gasta en 10 km, el equivalente a dos litros y un cuarto de leche. Para graficar: un vehículo gasolero que hace un viaje de ida y vuelta a Ciudad del Este gasta 65 litros, o sea G. 276.250. Con este dinero se podrían comprar 138 litros de leche, suficientes para alimentar durante un mes un hogar de 7 integrantes. ¿Esto a Ud. le parece lógico?
Resulta claro que no. Así como tampoco es lógico que teniendo dos grandes hidroeléctricas compartidas, una totalmente nacional y otra en proceso de construcción se estén asfaltando más rutas (el asfalto es un derivado del petróleo), comprándose más vehículos, tractores para una agricultura sin agricultores que expulsa campesinos, y muchos otros detalles, en vez de aprovechar la energía eléctrica que se está malvendiendo (por no decir regalando) a Brasil y Argentina, para aplicarla al transporte de cargas y pasajeros, o fomentando una agricultora falsamente “moderna” (“modernosa” diría yo) dependiente del petróleo, en vez de producir alimentos ecológicamente, con un precio internacional ciertamente más alto (mucho más alto) que soja transgénica saturada de agrotóxicos exportada en granos para hacer de forraje a los cerdos y vacunos europeos.
El seguir siendo dependientes del petróleo, que se acerca peligrosamente a los US$ 100, el barril es directamente insensato. Solo produce ganancias a las multinacionales petroleras, a las multinacionales automotrices y de autopartes y a los empresarios del transporte (que con contadas excepciones constituyen el sector más corrupto del empresariado nacional).
El analista económico Manuel Freytas[3] menciona tres elementos básicos que acosan al petróleo: reducción de las reservas y alta demanda, escalada de precios y especulación financiera, y fracaso cada vez más evidente de los llamados biocombustibles para reemplazarlos como alternativa energética mundial, que lo convierten a su vez en potencial detonante de conflictos geopolíticos-militares a corto plazo.
La gravedad del problema del petróleo para un país no productor como el nuestro es, pues, grave, su encarecimiento dispara la inflación (aun cuando el gobierno nos quiera convencer de que el costo de vida en noviembre bajó un 2,2 % porque bajaron de precio las verduras), y la inflación corroe los ingresos de los trabajadores (que son pocos y que mantienen a los que no trabajan en la familia).
El resultado de todo esto es el aumento de la pobreza. No creo que sea casualidad que el gobierno no haya publicado el comportamiento del índice de pobreza en el país para el año 2006 y que cuando la FAO, en un encuentro realizado a fines de noviembre, apuntó que la pobreza en el país llegaba al 42 %, por presión del gobierno su representante residente tuvo que desmentir el dato.
Más allá de estas sutilezas técnicas, los resultados de un modelo basado en el dólar, especulativo desde el punto de vista financiero y dependiente del petróleo, solo augura mayor pobreza para el país. Esto lo saben perfectamente el gobierno y los neoliberales. ¿Por qué no hablan? ¿Por qué no explican estas cosas al pueblo?
- Éramos pocos y parió la abuela, es como decir que, por si ya no había suficientes cosas que funcionasen mal hasta el momento, de repente llega otra cosa más grave aún. Esta expresión (muy utilizada, por cierto) es el equivalente español a lo que viene siendo la Ley de Murphy: si algo puede salir mal, saldrá mal. Y si además puede empeorar, lo hará. ↑
- Esto es en realidad mucho más complicado, por los paquetes financieros en que se envolvieron las hipotecas de difícil cobranza. Acá se hace una sobre simplificación del problema a los puros efectos didácticos. ↑
- Freytas, M. (2007). Agotamiento de las reservas mundiales. El papel estratégico del petróleo en la crisis global del sistema capitalista, www.iarnoticias.com, 3 de diciembre. ↑