Revista ACCIÓN N.º 271 – Marzo, 2007. CEPAG.
En su discurso pronunciado el 10 de febrero de 2007 en la conferencia de Seguridad de Múnich (Alemania), el presidente ruso Vladímir Putin expresó que “querer regentar el mundo de manera unipolar es ilegítimo e inmoral”. Fue todavía más allá al afirmar que “la problemática de la seguridad internacional es mucho más amplia que el tema de la estabilidad político-militar, porque abarca la estabilidad de la economía mundial, la eliminación de la pobreza, la seguridad económica y el desarrollo del diálogo entre civilizaciones”.
Estas palabras cayeron como cascotes en techo de zinc a los “halcones” (línea dura neocon) que rodean al presidente Bush, que solo ven agresiones cuando se trata de opinar diferente a ellos. En ese Foro, el presidente de la Federación Rusa expresó también con respecto a Estados Unidos: “Quiero señalar, a propósito, que a Rusia, a nosotros, nos intentan aleccionar constantemente, enseñándonos democracia. Pero quienes lo hacen, ellos mismos [léase EE. UU.], no muestran muchas ganas de aprender”.
La seguridad, así considerada por un grupo importante de naciones a su vez importantes, tiene varias dimensiones, no solo la militar, sino también la política, la dimensión económica y la ideológico-cultural-religiosa.
En lo militar, durante los últimos meses se dieron dos acontecimientos (entre muchos otros reportados en la prensa mundial) que descolocaron la estrategia militar norteamericana a nivel mundial, pero particularmente en Asia, un continente que empieza en el Líbano, Siria, sigue en Irak, Irán, India, China y termina en el remoto oriente ruso.
Las pruebas del más reciente prototipo de los misiles Topol (el RS- 12M1 Tópol-M (SS-X-27) que es un misil a prueba de cohetes antimisiles lanzados en noviembre pasado, fue una primera advertencia. No diplomática como la que hizo Putin en Múnich, sino militar. Según la fuente, este ensayo pone fin a las pruebas de una nueva ojiva para los misiles balísticos intercontinentales que a velocidad hipersónica cambian espontáneamente su trayectoria, lo que impide que puedan ser abatidos “por los sistemas de defensa antimisiles existentes”.
A este contratiempo, EE. UU. debió sumar uno más inmediato y concreto. El 11 de enero de 2007, China lanzó un misil de mediano alcance desde o cerca de su Centro Espacial Xichang, que subió hasta un punto cercano a su satélite climático Feng Yun 1 C —en órbita polar desde 1999— a una altura de 864 km, y lo destruyó. El misil tenía capacidad de maniobra y habría sido guiado por sistemas de navegación y rastreo a bordo, o por una guía controlada desde Tierra, o por una combinación de estos sistemas. Cerca de su punto de intercepción, el misil, o un misil a corta distancia portado por el mismo, fue apuntado hacia el satelite y acelerado por un motor impulsor de cohete para convertirse en un “vehículo cinético de destrucción” despedazando al satelite objetivo. Fue el primer ensayo exitoso de China de un sistema anti-satelital (ASAT), después de tres pruebas anteriores[1].
Con estas solas dos pruebas, Rusia y China pretenden demostrar a EE. UU. que su arquitectura de defensa antimisil está obsoleta y —lo que es peor— que el propio uso de misiles norteamericanos (teledirigidos por satélites) puede verse desarticulado con la destrucción por parte del ASAT chino en caso de confrontación de su aparato bélico convencional.
No son solamente militares las consecuencias de estos eventos. Ahora parece que el gobierno de Bush tendrá que sentarse a discutir varios temas sobre los que antes ni pensaba dialogar. En efecto, la magnitud de los pagos de intereses a tenedores chinos de obligaciones, y la cantidad de moneda de EE. UU. en posesión de bancos chinos puede ser un factor en estas deliberaciones.
Como dice García, ¿qué significa esto para China? ¿Qué representa el ensayo ASAT chino políticamente? Tal vez sea una señal que insta a un freno del expansionismo de EE. UU. (por ejemplo, la guerra contra Irán). Tal vez sea una señal de promoción propia ante la comunidad internacional, para elevar la estima de China por parte de aquellos que tiemblan bajo la sombra del poder de EE. UU. Tal vez sea una señal de un gran inversionista ansioso a un aventurero corporativo temerario, para que modere acciones que podrían poner en peligro el capital principal —no vaya a ser que los apreciados bonos de guerra dólares americanos se derrumben—. Tal vez sea un voto de confianza chino en un nuevo régimen de desmilitarización del espacio. Tal vez, aunque es muy poco probable, sea una afirmación de la agresividad china en una “guerra espacial”.
Lo que parece claro es que a los EE. UU. y más en particular al Pentágono, se le hace cuesta arriba implementar la tendencia a la transformación del ejército de EE. UU. en un servicio mundial de protección de petróleo —según Klare[2]— cuya función principal es proteger los suministros de energía en el extranjero junto con su sistema mundial de distribución (oleoductos y gaseoductos, buques cisterna y rutas de suministro). Esta misión conjunta se articuló en un principio por el presidente Jimmy Carter en enero de 1980, cuando describió el flujo de petróleo del golfo Pérsico como un “interés vital” para los EE. UU., y afirmó que este país emplearía “cualquier medio necesario, incluyendo la fuerza militar” para vencer cualquier intento de bloquear este flujo por parte de un poder hostil.
Agréguesele a esto que China, siguiendo el ejemplo de países como Singapur, Corea del Sur y Noruega, empieza a buscar nuevas formas de gestionar sus inversiones. En conjunto, estas decisiones de los bancos centrales repercuten en los mercados financieros de todo el mundo. El probable desenlace será una disminución de las inversiones en bonos del Tesoro de EE. UU. y más compras de instrumentos más riesgosas, pero con mejores retornos de largo plazo, como la deuda de empresas, acciones e, incluso, bienes raíces y commodities.
O tómese de nuevo, lo mencionado por Putin en Múnich acerca de la importancia de bloques como el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que superan en interés al que en comercio internacional puedan representar iniciativas más clásicas, o la participación de China y Rusia en la reciente cumbre de la ASEAN[3] promoviendo su fortalecimiento, o el acuerdo energético de Rusia, Irán, India y China para la utilización de gas y petróleo. En estas iniciativas económicas que involucran a casi la mitad de la población mundial, los EE. UU. no están incluidos.
Por último, el despliegue propagandístico de la falsimedia que el mentado “choque de civilizaciones” explica la hostilidad norteamericana con el Islam, es cada vez más rechazado por la opinión pública mundial que percibe el enfrentamiento contra ciertos países árabes, simplemente como irreconciliables posiciones políticas. Con esto, EE. UU. pierde un arma ideológica clave para exculparse del saqueo y los crímenes cometidos —solo recientemente— en Afganistán e Irak.
La seguridad internacional parece así, con sus múltiples dimensiones, haber dejado de ser un tema unipolar, sobre el que solamente EE. UU. tiene capacidad de tomar decisiones. Se lo están diciendo en la cara en foros internacionales, se lo están diciendo los avances militares en Asia, se lo están diciendo las bolsas con el desplome del dólar, se lo están diciendo los musulmanes con sus resistencias a invasiones diseñadas para el robo de sus recursos energéticos.
Y a medida que se acercan las próximas elecciones que probablemente interrumpirán el continuado mandato de los republicanos en EE. UU. más desesperadamente Bush y su entorno necesitan un Irán, necesitan a Siria, a Venezuela, necesitan un chivo expiatorio que justifique la demencial política de saqueo internacional que realizan en el nombre de la “civilización occidental”, la democracia y el american way of life.
- García Manuel Jr. (2007) La nueva carta china en el póker de la guerra espacial. Counter Punch Rebelión. ↑
- Klare, Michael T. (2007). Las dos caras de un energofascismo emergente. La carrera energética mundial y sus consecuencias. Znet. Rebelión, febrero 15. ↑
- Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés). ↑