El Pueblo – enero 2004.
La obtención de divisas, meta suprema de los gobiernos endeudados de orientación neoliberal, es el principal propulsor de la más devastadora ofensiva del capitalismo agrario sobre la economía y la sociedad campesina. El costo ecológico y social en aumento de la emigración, pobreza y marginación supera con creces los beneficios económicos, cosa que no importa a autoridades políticas y económicas sin pensamiento propio y sin proyecto viable para el país.
Para las autoridades económicas, el 15 de diciembre pasado fue una fecha gloriosa: se rompieron 40 años de mala comunicación con el FMI. Para el país puede considerarse otro día más de vergüenza. Para saldar compromisos de corto plazo (“honrar la deuda externa”) se continuó hipotecando al país. Vaya y pase que esto lo haya hecho gente como Wasmosy o González Macchi, presidentes no representativos, pero en la nueva administración esto resulta más que elocuente, ya que nos muestra que tendremos más de lo mismo por mucho tiempo.
La principal meta de las exigencias puestas por el FMI es que el país tenga dinero suficiente para pagar su deuda externa. Hay, por supuesto, muchos otros objetivos, pero no vienen al caso en este momento. Para pagar la deuda externa hace falta disponer de divisas (cualquier moneda “fuerte”), para ello Hacienda o el BCP o ambos, tienen que o comprarla en la calle u obtenerla como resultado de exportaciones que el país realiza, cuyo pago pasa necesariamente por el BCP[1]. Esta entidad se queda con las divisas y paga al exportador en moneda nacional (lo que el exportador hace luego con esos guaraníes es otro tema). De este modo, el gobierno acumula fondos para “honrar en tiempo y forma” esa impagable hipoteca de la soberanía nacional, que está siendo irresponsablemente aumentada por el nuevo gobierno “democrático”.
Una de las exigencias que puso el FMI con la firma del stand by es lograr un crecimiento “de al menos el 2,5 %”. En un país en literal estado de bancarrota, como está el nuestro, la única actividad capaz de impulsar algún tipo de crecimiento es la agricultura y más específicamente la agricultura capitalista de exportación, o para hablar sin rodeos, la de la soja transgénica.
Se trata de una agricultura depredadora que deja poco o casi nada al país: las semillas son de la Monsanto (se importan), las maquinarias e implementos se compran del exterior, del mismo origen son los agrotóxicos utilizados, no contrata casi mano de obra y cuando lo hace buena parte de ella es extranjera, las ganancias son depositadas en bancos del extranjero. Se pregunta uno ¿qué tiene de paraguaya la soja de exportación?: el suelo, la fertilidad del suelo sí es paraguaya y nos estamos quedando sin ella.
No es extraño que el gobierno se haga el distraído cuando se denuncian los estropicios que está haciendo, ecológica y socialmente, la expansión irracional de la superficie cultivada con esta especie genéticamente modificada. No es extraño, porque es lo único que le permitirá cumplir con las imposiciones del FMI de crecer al menos el 2,5 %, para seguir “disfrutando” de los favores de este organismo mundialmente desprestigiado y socialmente responsable de la pobreza de millones de ciudadanos del mundo entero.
El capitalismo, cuando ingresó a la agricultura, desplazó al campesinado. Lo hizo históricamente a través de dos formas, las que se conocen como la vía junker[2] y la vía farmer[3]. En el Paraguay, la vía principal fue la farmer, aunque se dan algunos casos también de grandes empresas dedicadas a la producción agrícola.
En nuestro país la agricultura capitalista se da:
- Desde que se inicia la colonización europea y japonesa en Itapúa, a partir de las décadas de los años 20 y 30. Es agricultura farmer, pero queda circunscrita a esa región.
- Un intento fallido de instalarla Stroessner, a comienzos de la década de los 60, aprovechando la “revolución verde” y el apoyo norteamericano después de la Reunión de Montevideo con Kennedy sobre la Alianza para el Progreso en 1961. Era un “apoyo norteamericano” para su plan continental anticomunista. Lo tomaron empresarios truchos. Las Ligas Agrarias empiezan precisamente en Misiones, donde se inicia el Plan del Trigo.
- Durante la primera oleada de ingreso de brasileños por expansión de la frontera de la soja en los estados del sur de Brasil. Fines de los 60 y durante toda la década de los 70. Es la ofensiva más importante de la agricultura farmer sobre la campesina. Tuvo resultados ecológicos desastrosos.
- La segunda oleada de la penetración del capitalismo agrario con la soja es la que estamos presenciando ahora, pero esta vez ya sobre la soja genéticamente modificada, a partir del ciclo 1999/2000 de manera masiva. Sin disponibilidad de tierras fiscales en esta ocasión, la frontera de la soja se expande sobre tierras campesinas, sobre campos ganaderos reconvertidos, sobre lo que resta de monte.
Los componentes del problema, tal como se plantea en este momento
Se hace acá un recuento apenas enumerativo de las diferentes facetas del tema, que por sus dimensiones y sobre todo por sus alcances sociales, ecológicos y económicos, es sin duda uno de los principales problemas que deberá afrontar el país.
- La conversación de la soja convencional a transgénica:
- Creciente dependencia importada de las exportaciones.
- Intervención de la multinacional Monsanto en el control del principal rubro de exportaciones.
- Desconocimiento de los efectos sobre la salud humana.
- Incremento del precio de las tierras
- La indolencia y complicidad en la acción gubernamental:
- Falta de control sobre su uso por parte del gobierno, que equivale a una abdicación de sus funciones.
- Inoperancia de la Comisión Nacional de Bioseguridad.
- Transgresiones a la legislación ambiental.
- Complicidad del aparato de justicia con los grandes propietarios (jueves y fiscales principalmente)
- El crecimiento de la economía de un 2,5 % por lo menos, exigido por el FMI al gobierno en el acuerdo del 15 de diciembre, solo podrá ser conseguido con las divisas generadas por la soja transgénica, de ahí el apoyo tácito.
- La complicidad de agentes regionales del IBR.
- El avance de la frontera del cultivo:
- Penetración en gran parte del territorio de la región Oriental; expansión en praderas naturales. Presencia brasileña y menonita.
- Expulsión campesina.
- El crecimiento de la pobreza y aumento de la emigración.
- La reacción campesina:
- Las a formación de coordinadoras por la defensa de las tierras.
- Las amenazas de ocupación campesina de las tierras.
- El bloqueo de acciones de siembra y/o fumigación.
- Intoxicación:
- Muertes e intoxicación humanas.
- Mortandad de fauna terrestre e ictícola.
- Destrucción de cultivos de autoconsumo.
- Los problemas de soberanía:
- Pérdida de la soberanía alimentaria.
- Pérdida de la soberanía territorial.
- Pérdida de la soberanía cultural.
No es que uno sea intrínsecamente desconfiado, es que la evidencia es tan abrumadoramente contundente que no podemos sino sentirnos preocupados como paraguayos. El actual gobierno “democrático” está terminando de desmantelar al país, productivamente, socialmente, ecológicamente, para entregárselo, atado de pies y manos a las transnacionales y a sus órganos financieros mundiales. Ciertamente, con el neoliberalismo no vamos a ningún lado como país.
- También puede ser obtenida a través de otros mecanismos (inversiones de capital privado extranjero, y otras), pero estas son las principales y más ordinariamente utilizadas. ↑
- Que es la gran empresa, asentada sobre grandes extensiones, con exclusiva producción de cultivos de renta, con alta mecanización, y utilizando mano de obra exclusivamente asalariada. ↑
- Que se asienta en extensiones medianas, en las que hay una combinación de cultivos de renta y subsistencia, con alta mecanización y vinculación al mercado, utiliza mano de obra casi exclusivamente familiar con contratación esporádica y uso de insumos modernos. ↑