Artículo escrito con motivo del II Seminario Regional de Educación y Agroecología realizado en Santaní.
La realización del II Seminario Regional de Educación y Agroecología, realizado en Santaní la primera semana de agosto, no resultó agradable al paladar de los responsables de Abc Color y de aquellos a quienes el periódico representa.
Entre los organizadores figuraban organizaciones no gubernamentales dedicadas hace varios años a la promoción de una agricultura con agricultores (Tesai Reká Paraguay, Alter Vida, SEPA, CECTEC y varias otras) y del uso de herramientas y prácticas agroecológicas en la producción de alimentos. Para los señores del agronegocio, esto es herejía. La única agricultura “moderna” es aquella que se mueve con base en petróleo, tractores, transgénicos y agrotóxicos. El resto es el atraso, el anacronismo, es la postura de los que se oponen al “desarrollo” y el progreso. Este es, sin embargo, el viejo discurso, tan viejo como el de la revolución verde de los años sesenta, es el discurso de hace 50 años. Hoy las cosas cambiaron y los dueños del país no se han percatado, o no quisieron darse cuenta de las consecuencias que trae el modelo de la agricultura depredadora para el país y el mundo.
El Seminario llevado a cabo en Santaní se enmarca en la conveniencia de darle continuidad a lo debatido en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, realizada en Cochabamba, Bolivia, a fines de abril de este año. Los temas debatidos en Santaní entre representantes paraguayos, argentinos, uruguayos, brasileños y de otros países de la región enfatizaron, entre otros, los siguientes puntos:
- El agronegocio y su práctica de sobre-explotación de la tierra genera emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de varias categorías, aportando entre el 45 % y 57 % de las emisiones a nivel global, hecho que hace del rubro, un importante factor del cambio climático.
- La lógica mercantilista del agronegocio desatiende el derecho a una alimentación equilibrada, alentando prácticas que producen el cambio climático, el cual es un importante factor que afecta negativamente a la soberanía alimentaria, pues hace cada vez más difícil la disponibilidad y acceso a los alimentos y la estabilidad de producción.
- Cuestionar las lógicas y prácticas de producción de alimentos de la agropecuaria convencional que generan el cambio climático, haciendo perder a la Madre Tierra su capacidad productiva frente a la erosión, la salinización, la acidificación, la compactación de los suelos y la destrucción de la diversidad biológica y natural.
- Promover políticas de control estatales sobre los sistemas de producción agropecuaria para evitar el daño a la Madre Tierra.
- Exigir que los gobiernos se comprometan en la defensa del modelo de producción agrícola campesino e indígena/originario, y otros modelos y prácticas ecológicos que contribuyan a solucionar el problema del cambio climático y aseguren la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y la producción de alimentos, garantizando, a través de una producción agroecológica, local y culturalmente apropiada, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos en complementación con la Madre Tierra y profundizando la producción autónoma (participativa, comunitaria y compartida) de cada nación y pueblo.
- Censurar cualquier estrategia político-militar que atente contra la soberanía alimentaria de los pueblos.
Como puede verse, este listado de temas, que en realidad es mucho más extenso, no constituye precisamente un anacronismo, sino que, por el contrario, nos está alertando sobre lo que hoy pasa en el planeta y en nuestro país, y es más bien una anticipación de que las cosas nos pueden ir mucho peor si los gobiernos (por necesidad u obsecuencia) insisten en apoyar a los agronegocios y a su lógica de la muerte de la naturaleza.