De cómo la actual crisis del capital financiero especulativo afecta la Seguridad Alimentaria Campesina

Publicado en Revista Acción, N.º 299, octubre 2008-Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG)

La crisis de los subprimes y bursátil norteamericana

En agosto de 2007 se inició en los Estados Unidos una crisis en el mercado hipotecario, que al cabo de un año está sacudiendo los cimientos mismos del sistema financiero internacional y afectando también a algunas variables de la economía, de la economía real.

La crisis se inicia debido a que, con una tasa de interés muy baja (del 1%) del dólar[1], las empresas inmobiliarias norteamericanas y algunos bancos empiezan a dar créditos hipotecarios muy blandos para la compra de casas a familias de ese país. En su afán de prestar dinero, reducen las condiciones a los prestatarios y millones de familias sin real capacidad de pago se embarcan. Cuando, por efecto de la inflación, empiezan a subir las tasas de interés, las cuotas se vuelven muy onerosa para los tomadores de crédito, se atrasan en los pagos y se empiezan a ejecutar las hipotecas; un millón y tantas en el mismo 2007, casi dos millones en lo que va del 2008 y se estima que otras cuatro millones de hipotecas serán ejecutadas a corto plazo. Las casas “recuperadas” por las inmobiliarias pierden precio por falta de compradores y las inmobiliarias y bancos se quedan con las casas pero devaluadas y sin poder venderlas.

Empiezan las quiebras, primero de las inmobiliarias, luego de bancos que habían comprado paquetes de hipotecas y recientemente, de bancos de inversión[2], que también las habían comprado. Se produce así un efecto dominó que obliga a la Reserva Federal[3] a multimillonarios “rescates” financieros, en los que se utiliza dinero de los contribuyentes. Los rescates están destinados a que no cunda el pánico generalizado por la quiebra total del sistema financiero. Ya para abril de 2008 la crisis se había expandido a Europa y más recientemente a China y Rusia.

En los Estados Unidos, por efecto del cese del otorgamiento de créditos por parte de los bancos, las compras e inversiones disminuyen, muchas empresas despiden personal, se reducen –en general– las ventas y la economía entra en recesión.

Los vaivenes del dólar y su relación con el precio de las materias primas

A todo esto, el valor del dólar empieza a caer[4] con respecto a las demás divisas. Con un dólar devaluado y los bancos en crisis, los tenedores de dinero dejan de comprar bonos[5] y acciones en la bolsa, ya que las empresas empiezan a anunciar pérdidas o bajones en sus niveles de ganancia. El dilema para los capitalistas es, entonces, ¿qué hacer con el dinero?: sería una irracionalidad ponerlo en los bancos, ya que están en crisis, y la tasa de interés es relativamente baja, los bonos del Tesoro están devaluados y las bolsas caen.

La solución es comprar “activos”[6]. Empieza así la disparada del precio del petróleo, del oro, de prácticamente todos los metales, de las materias primas de origen agrícola y el auge de la compra de tierras. Es el gran capital financiero tratando de poner a resguardo sus cuantiosas reservas. La especulación financiera disminuye abruptamente por dos razones: los mayores controles de las autoridades financieras norteamericana, europea, japonesa y porque el destino de la especulación es precisamente la actividad financiera, ahora en crisis. Por un tiempo, caen los precios de activos que tenían un precio “inflado” (como fue el caso del petróleo) por efecto de las compras “a futuro”. La tendencia de esos precios de la “economía real” parecería ser que –de ahora en adelante– serán altos por su mayor inversión en ellas, pero no tanto como habían llegado por una disminución en los niveles especulativos. Como ejemplo está la soja, que llegó prácticamente a US $600 la tonelada y que ahora parece estabilizarse en la franja de los US $450 – US $500.

Commodities agrícolas y producción alimentaria (quiénes producen qué)

Las materias primas agrícolas más cotizadas son la soja, el maíz, el trigo y el arroz[7]. De todas ellas se están haciendo agrocombustibles, todas ellas se cultivan bajo el régimen de monocultivos y la mayoría de ellas han sido objeto de manipulación biogenética. Vale decir, los commodities son producidos y comercializados por grandes corporaciones multinacionales o por empresarios agrícolas que tienen la capacidad de cultivar a gran escala y utilizar insumos biotecnológicos. Son los precios de estos productos los que –si bien han bajado un poco con la crisis norteamericana– se mantendrán en niveles relativamente altos beneficiando a los actores del agronegocio.

Los pequeños productores campesinos –al menos en nuestro país– están excluidos de este tipo de producción; los precios de sus productos –principalmente alimentos y mayormente destinados al mercado interno– no son afectados por los incrementos de precios internacionales y son comercializados, en su mayoría, por cadenas de intermediarios que se apropian del excedente que hubiera correspondido a los productores.

Hay así una clara segmentación de economías, productos y mercados. Los commodities con buenos precios los producen el agro- negocio y las grandes empresas y propietarios, los rubros de exportación también, y van al mercado internacional. La economía campesina produce alimentos, con bajos precios para el mercado interno.

No obstante, si uno observa la oferta alimentaria en el país, encuentra que la dieta diaria, principalmente del consumidor urbano, está en buena medida conformada por alimentos importados (cuando no introducidos al país de contrabando), que sí se encargan de filtrar inflación dentro del país, por el aumento de los precios de los alimentos a nivel mundial.

Más hambre como escenario más previsible

En efecto, durante la gran burbuja especulativa de comienzos del 2008[8] los precios de los alimentos subieron rápidamente; el maíz se usa para hacer etanol en Estados Unidos, el trigo en Europa, la soja[9] en Sudamérica. La caída del dólar encareció las importaciones alimentarias en moneda local y esos precios no volvieron a bajar aunque haya caído el valor del dólar, como tampoco bajó el precio de los combustibles que tienen una incidencia directa sobre los alimentos.

Algo menos de la mitad del país está debajo de la línea de pobreza (42%), y la mitad de esos pobres son pobres extremos, cuya definición censal es la de aquellas familias que no alcanzan a satisfacer adecuadamente sus necesidades alimentarias. Sin entrar a detallar los problemas derivados de la expulsión campesina, del déficit crónico, de creación de empleos en el mercado laboral urbano y otras sutilezas, puede apreciarse nítidamente que el aumento en el precio de los alimentos (que para los pobres extremos llega a representar hasta el 80% de sus escuálidos ingresos) afecta directamente la cantidad y calidad de la ingesta alimentaria de un número nada despreciable de familias compatriotas.

Con la emigración campo-ciudad y el abandono del campo a los monocultivos, cambian los patrones alimentarios (menos tembiu paraguay nutritivamente adecuado, por comida chatarra e hidra- tos de carbono), cambian las fuentes de abastecimiento (de producción propia a supermercados). Con la aplicación de agrotóxicos ya prácticamente no existe comida natural sino envenenada, con lo cual se observan nuevas patologías y caída de los niveles nutricionales.

En síntesis, la crisis financiera a nivel del capitalismo globalizado contribuirá de modo importante a fortalecer aquellos factores que conducen a un aumento de la pobreza, siendo el alimento el vector más importante de empobrecimiento y exclusión en nuestra sociedad. El aumento del hambre en crecientes sectores de la sociedad paraguaya es ya una realidad.

  1. Fijada en el 2003 para promover el consumo y dinamizar la economía.
  2. Cuya actividad principal es tomar dinero de ahorristas y adquirir acciones en las bolsas de valores.
  3. Federal Reserve (o Fed), algo así como el Banco Central norteamericano, pero que en realidad no es público sino privado.
  4. Con cada “rescate” de la Fed el dólar repunta algo pero no logra retomar su valor de un año atrás.
  5. Que son reconocidos por el Tesoro pero pagaderos en dólares.
  6. O sea, bienes tangibles y transables en la economía real, no en la economía virtual del universo financiero
  7. Por supuesto, hay otras que también tienen importancia, como la caña de azúcar, la palma aceitera, la colza, el tártago.
  8. Mientras el Índice de Precios al Consumidor (IPC) en el Paraguay aumentó el 3,6% en el primer trimestre del 2008, el IPC de los alimentos lo hizo en un 6,1% para el mismo período, lo que significaría un 24% para todo el año si continúa la misma tendencia.
  9. La soja se usa principalmente para forraje ganadero, con lo cual se afectaron los precios de las carnes.