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De cómo podría una republiqueta sojera atraer inversiones productivas

Diario La Nación, 22 abril de 2004.
Bien sabido es que, quien más, quien menos, hace leña del árbol caído. Con la misma lógica, ¿quién querría invertir en un país destartalado por la corrupción y el neoliberalismo? Lo que las transnacionales hacen con un país así de caído es leña con la especulación y el despojo.

Hace unas décadas se hablaba de las Banana Republics, para referirse a la mayoría de los países centroamericanos en los que se había instalado varias transnacionales de origen norteamericano que se dedicaban a la exportación de bananas. Eran (y siguen siendo) países con gobiernos títeres puestos por esas mismas transnacionales, empobrecidos hasta la mendicidad, con tremendas injusticias y desigualdades. No tenían proyecto nacional propio, no tenían dignidad, no tenían —por supuesto— soberanía alguna. El término banana republics es, pues, profundamente despectivo. En ellos no existe la república, sino un remedo de ella, un simulacro de país, una republiqueta.

En el Paraguay hay bananas, pero no se exportan. Lo que Paraguay exporta es soja transgénica, pero en el resto de las cosas somos parecidos, iguales, un calco de los países recién mencionados. La licencia literaria nos permite, pues, referirnos a nuestro país como una republiqueta sojera [1].

Creo que hasta acá, casi nadie estará en desacuerdo, ni moros, ni cristianos, ni conservadores, ni progresistas. Somos un país que da lástima.

Los neoliberalitos (va en diminutivo porque tienen muy poca estatura intelectual) que actúan hoy en nuestro país, se pasan tratando de convencernos de que la única salida para el despegue económico es “atraer inversiones privadas extranjeras”. Para eso, hay que hacer de monaguillos de los sumos sacerdotes del FMI que cada tanto visitan el país y que les dan, a esos neoliberalitos (que para desgracia nacional están en el gobierno), las fórmulas mágicas que supuestamente harán del Paraguay, un país dinámico (al estilo del que los Menem y Cavallo hicieron de Argentina).

Como los neoliberalitos nativos tienen tan poco desarrollado el sistema nervioso central, implementan como autómatas aquellas fórmulas mágicas, que en realidad son pociones fulminantes para los intereses de la sociedad paraguaya. Pero bueno, a Borda lo puso Nicanor, y a Nicanor lo puso su voto, y si votamos veneno, veneno tomaremos.

Uno de los componentes de la fórmula mágica del FMI es “plantad soja”. Para ser más precisos: “Plantad soja transgénica de la multinacional Monsanto, así os envenenáis vosotros y dejáis tremendas ganancias a una empresa norteamericana, y a los agroexportadores, y a los bancos que os financian vuestras cosechas y vuestras exportaciones. Debéis superar el 2,8 % de crecimiento de vuestro PIB y la única forma de hacerlo es convirtiendo la región Oriental de vuestro país en un tremendo sojal”.

Y ahí lo vemos; cientos de personas envenenadas con glifosatos, plaguicidas y herbicidas varios, algunos muertos, cultivos de subsistencia arruinados, animales afectados, mortandad de la fauna ictícola, desaparición de los pocos bosques que quedan, sequía y desertificación. Todo en el sacrosanto nombre de la soja.

Cuando los campesinos ocupan o amenazan que van a ocupar tierras ociosas o en las que se sabe que van a plantar soja, el presto aparato represivo de Nicanor, con el apoyo solidario del ministro Público don Latorre, hace lo suyo: golpea, encarcela, criminaliza a los que defienden lo que debiera estar defendiendo el gobierno. En estas condiciones, los neoliberalitos nos dicen: “las ocupaciones desalientan a los inversores extranjeros”.

Pamplinas. Lo que desalienta a los inversores (inversores productivos, me refiero, no especulativos) es ese simulacro de país que somos. El carácter de republiqueta, en la que las coimas están muy por encima de las leyes, en la que la economía en negro supera a la registrada, republiqueta en la que la mortalidad materna es una de las más altas en América Latina, en la que el índice de trabajo infantil lo mismo, en la que solo el 60 % de la población tiene acceso a servicios médicos, en la que el gobierno promete una cosa a los campesinos y luego no cumple y se queja de que habrá invasiones, etc.

¿Por qué el FMI exige que este gobierno privatice Essap, Copaco, ANNP y todo lo que pueda arrojar ganancias? Sencillo: para robarnos mejor. ¿Por qué los neoliberalitos ruegan a las transnacionales que inviertan acá? Sencillo: para recibir sustantivas coimas, comisiones y “alicientes”.

Mientras los neoliberalitos sigan arriba, mejor es que nos nieguen préstamos externos, mejor es que no venga ninguna inversión privada directa extranjera. Mientras podamos, construyamos el país desde abajo, porque umi oiva yvate itujupaitema hikuái.

  1. Este concepto ha sido utilizado ya por Mariano Cereijo Gelo en su trabajo Transgénicos, Nuevo Orden y Miseria.