Esta frase fue aplicada a la Argentina por el historiador italiano Paride Rugafiori citado por Ema Cibotti en Sin Espejismos. Diario La Nación, 15-04-2003.
En la superficie todo es bla bla, se parlamenta demasiado. Mientras, en el fondo se cuecen las habas (oñembojy kumandá). En otras palabras, los que mandan no están en la política, o al menos, los que están en la política mandan por mandado, mandan para otros.
Pongo primero cuatro ejemplos generales para pasar luego a los detalles. Paraguay es uno de los países con más alto índice de producción de kilowatts por persona del planeta; sin embargo, uno de los dos principales rubros de importación es el petróleo, no se utiliza la electricidad para el transporte de carga y pasajeros ni domésticamente. Paraguay (o al menos la parte más densamente poblada de él) está literalmente asentado sobre una de las mayores reservas de agua del planeta, sin embargo, es el tercer país de América Latina con menor cobertura de agua potable para la población y no tiene riego agrícola. Paraguay es un país productor neto de alimentos (se puede producir casi de todo, excepto exquisiteces como caviar), sin embargo, hace ya casi una década pasó a ser un país importador neto de alimentos (importa más alimentos de los que exporta). Paraguay tiene una densidad poblacional que no llega a 15 habitantes por kilómetro cuadrado, sin embargo, tiene más de familias de campesinos sin tierra.
Estos cuatro ejemplos nos muestran las insensateces que se cometen y que tienen —desde luego— un costo. Un costo social. Pero, ¿por qué se las comete?
Porque a los que tienen el poder real en el país les conviene. El poder es, en manos de cierta gente, un verdadero peligro. Es algo así como un mono con hojitas de afeitar.
¿Quiénes tienen el poder en nuestro país?: son aproximadamente cuatro grupos. Por un lado, las transnacionales que tienen aliados poderosos; la Embajada norteamericana, los organismos multilaterales (tipo FMI, BM, BID), los bancos y otros actores financieros y los alfiles técnico-administrativos domésticos (altos funcionarios de gobierno). Por otro, la oligarquía terrateniente, principalmente ganadera, pero crecientemente también una oligarquía no productiva que especula con la propiedad de la tierra. Tercero, los narcos, dedicados tanto al tráfico como a la producción de sustancias psicotrópicas (principalmente cocaína y marihuana respectivamente). Finalmente, los empresaurios (con u entre medio), dedicados principalmente al negocio de la import/exportación, a captar contratos de obras públicas, evasores, mercachifles de alto vuelo y delincuentes de guantes blancos en general.
Estas son las cuatro variedades de fauna rapaz que gobiernan el país. Los políticos son puestos donde están para representar a alguno de los intereses de esos cuatro grupos (lógico que hay excepciones, pero solo para confirmar la regla). Es casi obvio que esta gente existe con el principal objetivo de degradar la política, para hacer que en la política no se traten los temas importantes para el país y su gente, sino que se traten intrascendencias. De este modo, los intereses de los que realmente tienen el poder, no se ventilan, no entran en la órbita de lo debatible, de lo parlamentable, no entran en el ámbito de lo democrático.
Tomemos el caso concreto de la forma como se está imponiendo la ley de adecuación fiscal. No hubo una explicación previa del Ejecutivo sobre sus objetivos y alcance (no se intentó crear consenso, al decir de Miriam Yore). A último momento, un encumbrado Pdte. de partido, representante de los intereses de una de las variedades de la fauna rapaz, dice a Nicanor que su bancada apoyará en senadores el mentado proyecto de ley (donde el gobierno no tiene mayoría) siempre y cuando se suprima de esa ley el artículo referido al impuesto a los productores agropecuarios, en realidad a los grandes productores de soja que usan semillas de las transnacionales y exportan su producción a través de empresas también transnacionales. Así nomás se zanjan las cuestiones políticas, estimado lector. Cuando de defender los intereses de las multinacionales de semillas y de la agroexportación se trata, siempre aparece un “iluminado” político a hacerles el favorcito.
Tenemos la ilusión de que vivimos en una democracia porque cada cinco años metemos un papelito en una urna (ahora se diría, apretamos un numerito en una computadora), mientras los que tienen el poder lo ejercen cotidianamente, fijando el tipo de cambio (así usurpan lo que hubiera podido quedar de excedentes a los productores de algodón), fijando las tasas de interés bancario (para que el crédito sea solo para los que ya tienen plata), manipulando el Índice de Precios al Consumidor (para no incrementar los salarios), en fin, de miles de maneras y todos los días. En resumen, tenemos dictadura económica funcionando durante cinco años, por un día nos hacen creer que elegimos, y los que tienen el poder siguen ejerciéndolo despóticamente por otros cinco años, y así.
Como decía el historiador Rugafiori, creo que en el Paraguay tenemos que empezar a hablar más del poder. De lo que hacen los que realmente tienen el poder. Así podremos entender un poco más las causas de la miseria de un pueblo que se merece otros gobernantes, otro Código Electoral, otra ley de partidos políticos. El poder de la gente humilde cuando se organiza es muy superior al de esos cuatro grupos de fauna rapaz que tenemos como reales gobernantes.