Glauser, Marcos, 2009. Extranjerización del territorio paraguayo. Asunción: BASE-IS, FRL.
Durante los primeros meses de 2009 debatíamos en el equipo de BASE Investigaciones Sociales, futuros temas de investigación que debían ser encarados. Los temas tenían que ser pertinentes, o sea, social, económica y políticamente relevantes para el país, debían tener proyección de futuro, esto es, se harían más graves con el transcurrir del tiempo y debían ser poco conocidos, relativamente invisibles o poco tratados en la escuálida literatura nacional de ciencias sociales.
Ya habíamos tenido la experiencia en el 2003, con el entonces todavía casi desapercibido proceso de implantación de las semillas transgénicas de la soja en el país que, evolucionando, dio como resultado el actual estado de estropicio de la cuestión ambiental y la violenta aceleración del despojo y expulsión campesina e indígena de sus tierras. Aquella apuesta se plasmó en un pequeño librito[1], pionero por cierto, que anunciaba los nubarrones que se cernían sobre el escenario nacional. El tema está hoy en el centro del debate.
En este caso, el desafío tenía además la limitante del tiempo, debía estar terminado y listo para entrar a imprenta a fines de diciembre de este año. La idea a investigar fue, cuánto del actual territorio nacional es ya propiedad de personas o corporaciones extranjeras. Encargamos el trabajo a Marcos Glauser, joven antropólogo que ya tenía una experiencia previa en estudios hechos en México sobre los impactos sociales de la minería a cielo abierto, por entonces reintegrándose al país. Él aceptó y el resultado es este.
No nos estábamos dando cuenta que el Paraguay, nuestro país, que no estaba peleando ninguna guerra, ni contra la Triple Alianza, ni contra la Bolivia de la Shell, estaba, sin embargo, perdiendo territorio. Ya sabíamos que había perdido hace tiempo soberanía económica, dado que las decisiones en esta materia se toman en los escritorios de organismos financieros multilaterales con asiento normalmente en la capital norteamericana. Ya algo sabíamos, o al menos maliciábamos, que estábamos perdiendo soberanía alimentaria debido a la introducción, por la pseudo modernidad periférica que se apoderó del país, y que estábamos comiendo cada vez peor y alimentos culturalmente degradados (tema que por cierto pretendemos abordar en el 2010), pero no caíamos en la cuenta que sin guerra y sin chistar estamos —poco a poco— siendo anexados por extranjeros. O más precisamente, por un modelo económico que cada vez más basa su crecimiento y rentabilidad en la anexión de “activos” sólidos, tierra, bosques, agua, minerales, territorios, modelo que está propulsado —como es de esperar— por intereses imperialistas de países así llamados “desarrollados”. De esto no había documentación fehaciente en el país.
No es poca cosa que el 19 % del territorio nacional esté hoy bajo control directo o indirecto de empresas o ciudadanos extranjeros; de esa quinta parte, casi dos tercios de los propietarios son brasileños. Lo que encontró Glauser es solo un comienzo, una primera rastrillada con rastrillo grueso; Internet, la prensa, algunas estadísticas de organismos públicos, muy pocas entrevistas… ¡En un trabajo de menos de seis meses! Se pregunta uno con qué nos encontraríamos si el trabajo de recolección hubiera sido más exhaustivo.
El hecho concreto es que las autoridades políticas están vendiendo el país. ¿Cuándo empezó esto? Hace mucho tiempo. En el Paraguay “independiente”, prácticamente con la ocupación extranjera de la Triple Alianza. Los que gobernaron el país después de aquello, hicieron lo que les decía la voz del amo… y se acostumbraron, por eso lo siguen haciendo.
¿A qué se debe? Hoy —nos explica el autor— el capitalismo se ha vuelto extremadamente competitivo. Los márgenes de ganancia de las grandes corporaciones multinacionales se reducen y la supervivencia de ellas depende de esos márgenes. Apelan entonces al expolio, al saqueo de bienes (protegidas por los gobiernos donde se asientan sus casas matrices) en lo que Marx había definido como acumulación primitiva de capital y que Harvey redefinió como acumulación por desposesión; se apoderan de territorios, bosques, cultivos, minerales, agua, de todo aquello que tiene valor en el mercado. Se apoyan en el poder político de sus embajadas, en la proverbial venalidad de los gerentes del Estado y en el ansia de enriquecimiento de las mendicantes elites económicas, soberbias ante el débil y sumisas ante el poderoso.
Marcos Glauser nos muestra en este texto necesario, cómo opera el capitalismo mundial en las colonias de hecho de su periferia. Sin contemplaciones, con una clara estrategia de dominación que hoy alcanza incluso a la posesión del territorio por vías “legales” y apropiándose de la vida que hay en ellos.
Cuando la mayoría de los gobiernos de América Latina se aprestan a celebrar el “bicentenario” con el apoyo y beneplácito del poder colonial de entonces, este libro nos recuerda que, con otra modalidad y doscientos años después, seguimos siendo colonia, o para decirlo con los términos de Bartomeu Meliá s.j.: “El Paraguay no fue colonizado; está siendo colonizado hoy, con más fuerza y rapidez que en años y siglos anteriores”[2].
Diciembre 2009
- Palau, Tomás (comp.). 2004. Capitalismo agrario y expulsión campesina: Avance del monocultivo de soja transgénica en el Paraguay (Asunción: Universidad Católica, CEIDRA, INTERMON-Oxfam). ↑
- Meliá, Bartomeu (2009). “Pueblos indígenas en el Paraguay, ¡esos desconocidos!” en, Acción, N° 300 (Asunción: CEPAG). ↑