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Hacia una mejor comprensión de las funciones de la agricultura

Seminario Clima y Agro combustibles Ciudad del Este, 14 de julio de 2007. Basado en Gustavo Duch Guillot (2007) “Por primera vez en el planeta, la mitad de la población humana vive ya en zonas urbanas. La verdadera historia de la agricultura”. El País.

Los avances tecnológicos o científicos que se produjeron en la agricultura (que han sido muchos) han tenido como objetivo básico aumentar los rendimientos (bien mayor productividad, bien menores costes) y facilitar el trabajo de las personas dedicadas a la agricultura y la ganadería. Dos objetivos muy loables.

Pero esto se puede leer de otra manera: La historia de la agricultura ha sido y sigue siendo la obsesión por la reducción de los costes de gobernabilidad. Es decir, disminuir el número de personas dedicadas a la agricultura (la fuerza de trabajo) y mantener a estas personas, campesinas y campesinos, lo más distanciados posible de la toma de decisiones.

Desde hace 10 000 años (cuando se inicia la agricultura) hasta hace pocas décadas, regía el interés de producir alimentos para una población en crecimiento, interés que progresivamente fue sustituido por el de producir beneficios económicos. Donde había trabajadores agrícolas se sustituyeron por esclavos, donde no había fuerza de trabajo se importaron esclavos. Gran avance en la agricultura: al igual que los animales de tiro, trabajaban a latigazos y solo recibían algo de comida. En nuestros días la práctica se mantiene igual de eficiente, como las mujeres bolivianas esclavizadas en las grandes plantaciones de viña en Chile, o los brasileños del nordeste esclavizados en los cañaverales para el etanol.

El capitalismo descubrió que la agricultura no era para producir alimentos, sino para producir ganancias.

Como la fuerza de trabajo humana siempre podía representar problemas de sublevación, reclamaciones de sus derechos, etc., se la fue sustituyendo por maquinaria y tractores.

El progreso agrícola, a la vez que desplazaba mano de obra para los procesos capitalistas industriales, siguió introduciendo avances que dejaban a los campesinos sin control sobre los recursos productivos.

La fertilización artificial sustituye a la fertilización natural. Los campesinos han de comprar los fertilizantes y abonos químicos a las empresas, igual que han de comprar recambios o combustible para sus tractores, en lugar de hacer uso de la fertilización natural de los animales o su fuerza de tiro, recursos que estaban en manos de los propios campesinos.

El mejoramiento de las semillas durante la llamada Revolución Verde (y ahora las semillas transgénicas) puede leerse desde la misma óptica: desposeer a los agricultores del control sobre sus propias actividades. Poderlos gobernar. Las semillas —regalo de la naturaleza— ya no las reproducen e intercambian los campesinos; se han privatizado.

En la era de la globalización, del mercado único, de la competitividad, de la desaparición de aranceles o regulaciones, la agricultura capitalista, en manos ya de muy pocas empresas, juega con los territorios agrícolas. Se deslocaliza la producción o procesamiento de alimentos a los países del Tercer Mundo donde la mano de obra sin apenas derechos laborales es, de nuevo, fácil de gobernar, fácilmente domesticable.

Están domesticados también los consumidores, ya que cada vez tenemos menos opciones para escoger y saber qué es lo que nos llevamos a la boca. Si no se frena el avance de una agricultura industrializada y uniformada que ha desplazado sus objetivos esenciales de asegurar alimentos sanos para todos, para alcanzar, eso sí, clasificaciones y cotizaciones económicas de primera magnitud, estaremos propiciando un verdadero desastre civilizatorio.