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La aprobación de transgénicos, privatizaciones y el recalentamiento social

Sin fuente.
La rabia contra los corruptos, contra los ineficientes, contra los plata potá, alcanzó ya también a las escuálidas clases medias urbanas. Si esta bronca se junta con la de los campesinos, sindicalistas y el resto de la gente sensata del país, que es mucha, Nicanor deberá empezar a poner sus barbas en remojo… o convertirse en un presidente en serio, esto es, dejando de hacer de bufón de las transnacionales.

La prensa empresarial, en general poco afín a los intereses populares, estimó en cinco mil las personas que se dieron cita en el cruce de Santa Rosa del Aguaray desde el lunes y por lo menos hasta ayer, para exigir el cumplimiento de promesas y la rectificación de la política económica del gobierno.

Mientras tanto, el ministro de Agricultura, seducido por las presiones de la Monsanto, anuncia que la aprobación del cultivo de semillas genéticamente modificadas, vía decreto, saldría antes del 15 de agosto. Detrás de la semilla de la soja (de hecho ya utilizada de contrabando en el 85 % de los cultivos de la oleaginosa), esperan también su aprobación, el cultivo del maíz y del algodón transgénico. Todas estas variedades con su letal paquetito tecnológico de glifosato.

En paralelo, unos cuantos parlamentarios anacrónicos insisten en resucitar la ley 1615, que permitiría enajenar las empresas públicas al capital privado transnacional. Buscan reeditar la protesta popular de mayo-junio de 2002, que ahora se uniría a la casi unánime reprobación del uso de transgénicos, de los engañados por las promesas de pavimentación de rutas, de los futuros confiscados por los “empedrados” que pasan frente a sus casas, de los deudos de las víctimas y empleados del Ycuá Bolaños, de los que se les desconectó la luz eléctrica por falta de pago, de los campesinos que no tienen tierra y por querer trabajar son desalojados y apresados, de las víctimas de la inseguridad ciudadana debido a la ineficiencia y corrupción de ciertos cuadros policiales, de los perjudicados por la venta de tierras a ciudadanos y empresas extranjeras mientras los paraguayos se convierten en parias en su propio país, a la bronca de los enfermos que no tienen servicios de salud pública mínimos, a la de los maestros que no cobran…

En fin, hay mucha rabia que se está acumulando. El maestro popular y filósofo peruano Pablo Macera solía decir que lo mejor que produjo, lo hizo juntando mucha bronca y paz operativa. De lo primero en nuestro país ya hay mucha.

Mientras tanto, el gobierno vive en el limbo. Las elites económicas del país, que usan a los políticos de turno como alfiles y peones en su tablero de negociaciones, están suficientemente contentas con contar con esos políticos. Equivalen a los guardias de seguridad de Prevención en el Ycuá Bolaños: alguno de los Paiva les dice, “cierren los portones”, y enjaulan a todo un país en el incendio de la miseria, de la pobreza, del desempleo, de la ignorancia, de la enfermedad, de la mortalidad materna e infantil, de la desposesión. Es que son corruptos, incompetentes, venales y solo les brillan los ojos cuando ven un billete, y si es verde hasta saltitean salivando.

No hay atisbos, de parte del gobierno y los políticos —que bailan la polquita que les ponen desde Washington— a imaginar tan siquiera un proyecto nacional de desarrollo que permita visualizar una salida de emergencia a la crisis nacional desatada por esta mezcla explosiva de gases neoliberales con fluidos venenosos provenientes del poder oligárquico terrateniente. Están actuando de la manera más irresponsable

que se pueda imaginar con respecto a su pueblo. Están colaborando a construir un edificio precario, de material inflamable, que se derrumbará apenas explote la crisis del petróleo[1], o cuando deflagren las tasas de interés del dólar que sería decretada por el Federal Reserve el año que viene[2]. Siguen tomando préstamos que aumentan la deuda externa, enajenan el territorio nacional, se degrada el medioambiente, se dan concesiones a multinacionales para explotar nuestros recursos naturales. O sea, hacen lo que no se debe hacer para obtener el bien común, hacen lo que quiere el neoliberalismo.

Este es un esquema fracasado, pero no vemos que las autoridades entiendan que un país que quiere desarrollarse tiene que invertir lo más posible, disponer de una estructura productiva sólida, terminar con el desempleo y los campesinos sin tierra, distribuir los ingresos con mayor justicia, jerarquizar el sistema productivo, procurar que las empresas actúen de acuerdo con el interés nacional, minimizar el problema de la deuda externa. No lo van a entender, porque un nuevo modelo precisa cambiar la configuración y el ejercicio del poder.

Una buena parte de la ciudadanía exige en este momento, más que nunca, cordura a sus autoridades. Cordura para no permitir el uso de material genético de impredecibles consecuencias para la salud, para erradicar el uso de agrotóxicos prohibidos, para no malvender el mínimo patrimonio público que nos queda, para dar energía eléctrica con tarifa social a los miles de desheredados de nuestra tierra, para no comprometer la soberanía territorial de nuestro ya pequeño país. Exigimos cordura.

Así como los primeros bomberos que llegaron al Ycuá Bolaños pidieron cordura a los perros guardianes de los Paiva para que abran las puertas, de ese mismo modo, el país pide sensatez y cordura a los que están en la obligación de usarla cotidianamente para preservar el bien común. Esperemos no ser tiroteados como lo fueron aquellos primeros bomberos que defendían la vida.

  1. Sarkis, Nicolás (2004). Hacia una nueva crisis petrolera, Le Monde Diplomatique, Ed. Cono Sur, julio, 26-27.
  2. Carmona, Ernesto (2004). Anuncian un gran colapso económico de EE. UU. en el año 2005. En, http://www.studien-von-zeitfragen.net/. Fue publicado en inglés el 26 de julio.