La discriminación a personas migrantes

CDE 2005 Documento de Trabajo 7. Vol. 2.

En toda estructura social, las diferencias se dirimen por las relaciones entre actores ubicados en determinadas posiciones. Las posiciones están dadas por la acumulación/desposesión de poder de cada uno de los actores. Poder que puede referirse a la posibilidad y disponibilidad tanto de capital cultural, político, de prestigio, de fuerza física, o económico, acumulado o disponible por los actores. Las relaciones entre actores diferentes pasan a ser, de este modo, relaciones de dominación o subordinación entre ellos. Tanto más exacerbado será este tipo de relaciones cuanto mayor sea la desigualdad entre los actores. Solo en culturas igualitarias, en teoría, podría no hablarse de discriminación.

El concepto de multiculturalidad —muy en boga últimamente— encubre, así como el concepto de “diferencias” y el de “diversidad”[1], la desigual— dad constitutiva de los actores que determina relaciones de marginación, exclusión, discriminación de unos —quienes disponen de poder— sobre otros, en este caso concreto, de migrantes sin poder en la sociedad de recepción.

Como todo producto cultural, la discriminación se cimenta en los principios de la personalidad autoritaria[2]. Teóricamente, la segregación y la discriminación son resultado de la resolución de un conflicto territorial que se hace sobre la base de un acuerdo sobre fronteras. Una de las partes, más poderosa que la otra, tiene la facultad de dibujar fronteras que deja a la otra parte solo con ciertos enclaves dentro de un territorio; esto es lo que típicamente ha ocurrido en el Paraguay con las etnias indígenas confinadas en “reservas”. Si a la parte más débil se la obliga a permanecer en las áreas prescritas, se habla de segregación. Una forma menos completa de segregación, no aísla geográficamente a los miembros del grupo más débil, pero le exige usar servicios diferentes (no entrar a ciertos restaurantes o clubes o escuelas). La función social de cualquier forma de segregación es reducir la capacidad del grupo de los actores más débiles de competir con el más fuerte.

La discriminación intenta limitar la competencia, en los ejes discriminantes[3], de manera diferente. En su expresión más virulenta, los miembros de un grupo determinado están completamente excluidos de cierto tipo de empleos, establecimientos educacionales, de ciertas organizaciones o clubes. Las formas más comunes de discriminación son aquellas en que a las personas miembros de los grupos se les imponen exigencias diferentes y más fuertes para acceder a posiciones ocupadas por miembros de los grupos con más poder.

La construcción social de la discriminación al migrante

Así pues, la discriminación parte de la construcción de una personalidad autoritaria, que se gestó históricamente. Este tipo de personalidad, perpetuada por los procesos de socialización primaria, dio origen a rasgos culturales que caracterizan el ethos del paraguayo.

Sus manifestaciones más conspicuas son: el patriarcado, el machismo, la incapacidad de manejar subjetivamente las diferencias, la discriminación hacia los grupos más débiles, el fanatismo y la intolerancia religiosa.

Como toda cultura, la paraguaya (si es posible hablar de “una” cultura en el país) se edificó alrededor de la figura del varón criollo, modelado en la adversidad, en lucha permanente contra elementos hostiles, defensor de su patrimonio individual (a lo sumo, familiar), creyente en un ser superior, con un reducido, pero sólido grupo de convicciones a las que se aferra.

El migrante, con características étnicas, culturales, lingüísticas y religiosas diferentes, planteó a ese arquetipo cultural no pocas contradicciones. A partir de la década de los años setenta, el país empieza a recibir importantes contingentes de migrantes que cuestionan el modelo de sociedad tradicional[4] antes descrito. Paraguay, que ya lo era, es aún mucho más multicultural a partir de entonces y, en consecuencia, la discriminación hacia el migrante extranjero y hacia el migrante interno se vuelve mucho más visible.

La dirección social de la discriminación

No todos los migrantes, sin embargo, son sujetos de discriminación. De todos los ejes sobre los que habitualmente se mueve la discriminación, el más determinante resulta ser el de la clase social: se discrimina al pobre y, por extensión, a todo aquel migrante que “porta” los atributos del pobre. La paraguaya es una sociedad estructurada y dominada —en muchas ocasiones despóticamente— por los que tienen poder económico, poder político, estatus y prestigio social. Los “valores” giran alrededor de los modelos con estos atributos.

A su vez, son valorados y admitidos todos aquellos medios que conducen al logro de estos poderes, incluyendo la corrupción, subvalorándose los mecanismos tradicionales de movilidad social. De hecho, la permeabilidad entre clases sociales es escasa si se utilizan aquellos mecanismos tradicionales (educación, trabajo honesto, méritos o cualidades propias del individuo). Los medios de comunicación masivos han acentuado este esquema, agregando a lo anterior la exhibición de pautas de consumo suntuario.

Considerando ahora la constitución de los flujos migratorios predominantes en el país, se puede avanzar en la identificación de los migrantes discriminados.

Existen tres flujos clásicos. Los referidos a la migración interna, los de inmigración de nacionales extranjeros y la emigración. En todos ellos es posible identificar prácticas discriminatorias contra los y las migrantes.

La migración interna desde hace ya dos períodos censales[5] ha estado principalmente constituida por campesinos y, más recientemente, por indígenas. La discriminación hacia ellos es doble.

Por un lado, se da una discriminación que podría definirse como estructural, en el sentido de que el Estado no cuenta ni con una legislación ni con una institucionalidad ni con recursos previstos para la atención de un flujo que está determinado abrumadoramente por factores de expulsión.

La discriminación se expresa hacia estas personas bajo la forma de confinamiento residencial (en tugurios más que en barrios de la periferia urbana), laboral (forzados al desempleo o a su inserción en los peldaños más bajos de la estructura del mercado de trabajo), bajo la forma de desigualdad de acceso a los servicios básicos, tanto de salud como de educación, vivienda o seguridad social, o bajo la forma de invalidez civil, por la dificultad de disponer de los documentos mínimos de identidad o de otras formas de acreditación. La inseguridad jurídica hacia ellos es otra forma de expresión de la discriminación, ya que los aparatos de seguridad y justicia se diseñan específicamente para el efectivo control de individuos sospechosos simplemente por “portación de rostro”.

Por otro lado, se da una discriminación social, dadas las características personales o familiares de estos migrantes: su forma de vestir, el uso del castellano, sus habilidades intelectuales y otros rasgos hacen de ellos y ellas sectores marginados del acceso a determinados bienes y servicios.

Las corrientes inmigratorias se intensificaron a partir de la década de los setenta, a diferencia de las de principio de siglo, que fueron mayoritariamente de ultramar. Estas están conformadas por migrantes intrarregionales. Entre ellas, la de los brasileños es dominante. No obstante, las hay desde Argentina, Perú, Bolivia y algunas de ultramar; las del Cercano Oriente y la de países asiáticos.

Como se dijo más arriba, las manifestaciones de discriminación hacia estos migrantes no se da de manera importante por su origen nacional, sino por su posición de clase. Un trabajo reciente (MRE, 2003), mostró así que las comunidades nacionales más expuestas a acciones de discriminación fueron la boliviana y la peruana[6]. Esta migración, altamente estratificada, está constituida, por una parte, por empresarios y profesionales, y, por otra, por cuentapropistas o desocupados. Es hacia ellos que se dirigen las prácticas discriminatorias.

La discriminación puede provenir tanto de las autoridades como de la sociedad en general. En el primer caso, los migrantes más expuestos son aquellos que se encuentran en situación irregular[7]. Diversos testimonios recogidos en trabajos de campo en el país muestran la vigencia de prácticas discriminatorias[8]. Si bien los abusos de autoridad son práctica común en el país, lo son en particular para los migrantes y más en específico aún para aquellos que están en situación irregular.

La discriminación desde la sociedad ha sido también documentada (Salinas, 2004) en el caso de instituciones escolares hacia alumnos extranjeros[9]. Puede presumirse que tales prácticas no se limitan al ámbito escolar.

No es muy diferente lo que ocurre con los paraguayos en el exterior. Este flujo emigratorio es también estratificado. Una pequeña porción de nacionales altamente capacitados, profesionales, empresarios, emigra, pero el contingente mayoritario está constituido por mujeres y hombres, preferentemente jóvenes con muy bajo nivel educacional, y en su mayoría provenientes de zonas rurales del país. Es en este flujo donde se encuentra la mayor cantidad de personas que no ha cumplido con los requisitos de la legalidad migratoria del país de destino y, en consecuencia, es la que está más expuesta a todo tipo de problemas.

En el trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores ya citado, se expresa que los problemas a los que más frecuentemente están expuestas las personas migrantes paraguayas en el exterior son los siguientes:

  • Problemas de documentación. Como se mencionó, una muy alta proporción de paraguayos y paraguayas que residen en el exterior están indocumentados en lo referente a papeles de residencia legal. Esto se debe en especial, por un lado, a la temporalidad de algunos de los flujos, sobre todo a países vecinos a los que se realizan desplazamientos de relativamente corta duración; por el otro, al alto costo de los trámites y a la excesiva burocracia y duración de los procedimientos que normalmente supone la obtención de los documentos.
  • Problemas vinculados a la informalidad laboral. La falta de la documentación legal de residencia favorece la informalidad en las condiciones laborales de los empleos a que los/las connacionales tienen acceso. Esta informalidad incluye salarios menores para el mismo empleo, comparados con los que se pagan a trabajadores/as nativos/as, o más horas de trabajo que las del resto de trabajadores/ as por una misma remuneración. La informalidad laboral se expresa también en la variada gama de ocupaciones por cuenta propia que los y las migrantes paraguayos/as en el extranjero desarrollan.
  • Problemas referidos a la inseguridad en el tránsito interno. La falta de documentos expone a las personas migrantes también a diferentes tipos de molestias y percances para el libre tránsito dentro del país de recepción, cuando se encuentran con controles policiales.
  • Problemas vinculados a la discriminación propiamente tal. Es frecuente la constatación de diferentes formas de discriminación por razones étnicas, culturales (manejo del castellano) y condición socioeconómica a las que están expuestos paraguayas y paraguayos en el exterior, aunque esta discriminación puede hacerse extensiva a migrantes de otras nacionalidades.

Los efectos de la discriminación sobre los individuos y grupos migrantes

Por lo general, la persona migrante tiene diferencias en su formación académica, en sus costumbres, en su cultura, con respecto a los integrantes de la sociedad del país receptor. De ahí que su inserción se haga difícil en todos los campos, motivo por el cual es sometida a la explotación laboral y a la discriminación de todo tipo. Esta situación es más grave aún en niños, jóvenes y mujeres, que se convierten en presas fáciles de la prostitución y otras situaciones no deseadas. Los migrantes, en estas condiciones, son verdaderos excluidos sociales en todos sus ambientes y están en permanente riesgo de ver afectada su propia dignidad como personas.

La amenaza de pérdida de su dignidad humana se agrega a los problemas que acarreó la propia decisión de migrar, normalmente vinculados a penurias económicas y que ya habían planteado las consecuencias propias del desarraigo y de la desintegración familiar. El aislamiento y la automarginación del migrante es una situación frecuente entre ellos, especialmente en casos en que la sociedad receptora está geográfica y culturalmente muy alejada de la del migrante. En casos extremos, estas vicisitudes llegan hasta la misma psicopatía (Couto, 1995).

De manera general puede concluirse en el caso paraguayo que ciertos grupos de inmigrantes no han tenido problemas de integración y asimilación a la sociedad nacional. Estos son migrantes que han venido normalmente con capital económico o cultural. Los otros y las otras, que inmigraron para escapar a una situación de origen de precariedad, deben enfrentarse a los problemas que plantea una sociedad paraguaya receptora que, además de ser profundamente conservadora, está fuertemente estratificada por los recursos y símbolos del poder de clase. Estas personas la han pasado y la siguen pasando mal.

Los paraguayos y paraguayas que migran, tanto dentro del país como los/las que se dirigen al extranjero, en su mayoría, deben sortear los mismos obstáculos que los/las migrantes pobres de otras nacionalidades enfrentan en el país.

La multiculturalidad, la coexistencia de diferentes grupos culturales, no es una coexistencia pacífica. Por el contrario, está marcada por la desigualdad, la marginación, la exclusión y la discriminación.

Referencias bibliográficas

Adorno, T.W. The authoritarian personality. New York, Harper, 1950.

Allport, G.W. The nature of prejudice. Cambridge, Mass. Addison-Wesley,1954.

CIADEL Diagnóstico sobre comunidades migrantes al Paraguay. El caso de los bolivianos y peruanos. Asunción, Centro Iteño de Apoyo al Desarrollo Local, Ministerio de Relaciones Exteriores/OIM/UNFPA, 2002.

Couto de Mármora, Diana. El paciente psiquiátrico migrante. La dimensión etno psiquiátrica de la atención. Buenos Aires, 1995.

DGEEC. Censo 1992 Paraguay. Censo Nacional de Población y Viviendas. Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos/Secretaría Técnica de Planificación. Asunción, 1994.

DGEEC. Paraguay. Resultados Finales. Censo Nacional de Población y Viviendas 2002 – Total País. Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos/Secretaría Técnica de Planificación/BID. Asunción, 2004.

Merino Fernández, J. y A. Muñoz Sedano. “Ejes de debate y propuesta de acción para una pedagogía intercultural”. Revista de Educación. Ministerio de Educación y Ciencia. España, 1995.

MRE: Lineamientos para la formulación de una política migratoria para el Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores/OIM/UNFPA. Asunción, 2003.

Salinas, Alcides: Inserción de alumnos y alumnas inmigrantes al sistema educativo en el Paraguay. Un desafío para la educación. San Estanislao, Tesis de Grado, UTIC, 2004.

Sinisi, Liliana: “La relación nosotros-otros en espacios escolares ‘multiculturales’. Estigma, estereotipo y racialización”. En: Neufeld, M.R. y L.A. Thisted: De eso no se habla. Los usos de la diversidad sociocultural en la escuela. Buenos Aires, EUDEBA, 2001.

  1. Esta misma temática, aplicada a contextos escolares, es discutida por Sinisi (2001).
  2. Exhaustivamente analizada por diversos autores clásicos en la temática, especialmente Adorno (1950) y Allport (1954).
  3. Que pueden estar referidos a la dimensión étnica, de género, de edad, de nacionalidad, de idioma, de clase social u otros.
  4. Sobre este aspecto consultar a Merino y Muñoz (1995).
  5. Consultar datos proveídos por la DGEEC (1994 y 2004).
  6. Ver en particular CIADEL, 2002.
  7. “El problema relacionado con la migración en el Paraguay no se centra solamente en la migración interna. Según el último censo de extranjeros realizado (1998), residen legalmente en el país unos 213.000 extranjeros, y una cantidad similar que reside en forma ilegal; es decir, los inmigrantes serían más de 400.000 personas que configuran una situación más grave aún, porque ello implica una diferencia cultural que dificulta de manera más severa la adaptación social y encierra muchos otros aspectos que no son visualizados fácilmente por la clandestinidad en que se desenvuelven muchos de ellos” (Salinas, 2004).
  8. “Se dan casos concretos de discriminación ‘por portación de cara’, esto es, por los rasgos físicos de los migrantes, lo cual constituye una flagrante violación a los tratados y acuerdos internacionales firmados o comprometidos por el país. Un testimonio retrata esta situación: En este aspecto somos discriminados por la policía que nos persigue, por ejemplo cuando llega un boliviano a la terminal de ómnibus, inmediatamente nos identifican porque somos morenitos y ya nos llevan para sacar coima con el tema de los documentos.
  9. ”Los aspectos en los que se expresa la discriminación en las escuelas, caso documentado por Salinas, son: i). comunicación (no habla bien guaraní-no habla bien español), ii). falta de respeto, iii). por ser diferente, iv). rechazo (me llaman: bolí, coleano, cholita, indio, curepa, intruso, no me quieren, soy negro, me imitan cuando hablo, se burlan, dicen que somos los peores, no aceptan mi cultura, sienten odio, hablan mal de Brasil).