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Las buenas intenciones no bastan. ¿Es el proyecto Lugo solo un nuevo intento?

Revista NOVAPOLIS N.º 2 (12) – agosto, 2007. Germinal – Centro de Estudios y Educación Popular. En: http://novapolis.pyglobal.com/

El planteamiento que se presenta en este artículo[1] es que el proyecto Lugo, por llamarlo de alguna manera, está siguiendo el derrotero de una incompatibilidad larga y previamente anunciada.

La desintegración que padecen hoy las agrupaciones políticas vinculadas a este proyecto no es tanto el fruto de características de las personas y organizaciones sobre las que se apoya (aunque en buena parte también lo sea), sino y principalmente, de la lógica política sobre la que se estructuró: la lógica electoral y de búsqueda de figuración y de cargos de sus artífices.

Al caer en esta trampa, Lugo y sus adherentes han rendido tributo a la ausencia de patriotismo, a una honestidad solo retórica y a una muy cuestionable idoneidad, rasgos que han sido sobresalientes en los más de sesenta años de pasantía de la ANR en el gobierno del país. En otras palabras, han aceptado jugar de visitantes en la cancha grande de los dueños del país, siendo apenas un rejuntado de jugadores inexpertos. Están guiados por el cortoplacismo de la agenda electoral.

Sin un pensamiento estratégico, sin un programa al que aferrarse, con los mismos métodos facciosos de sus oponentes y sin control del aparato electoral, la eventualidad de un triunfo de la candidatura Lugo solo puede ser concebida como el resultado de un malestar generalizado del electorado, pero al que le faltará conducción política y por cierto, gobernabilidad.

Mientras tanto, los riesgos de una ruptura del proceso debido a la manifiesta ofuscación actual del oficialismo del Partido Colorado y la imprevisibilidad propia del líder de UNACE, fuerzan a suponer que (al menos) las embajadas de EE. UU., Brasil, Taiwán y la Nunciatura preparan —bajo cuerda—, ellos sí, una estrategia de recambio no traumático para sus intereses económicos y geopolíticos.

Lugo parecería estar apostando por una estrategia minimalista: estos son los bueyes con los que hay que arar y conocido es el escarpado terreno en el que hay que competir con un partido burocrático que ejerce el poder desde hace 60 años, para esto el exobispo ha escogido arar con los bueyes históricos de la oposición parlamentaria. En esta lógica, es suficiente cambio, un cambio de gobierno para generar otros, no muy grandes ni importantes, pero que al menos permitirían deslizar suavemente el plato de la balanza hacia el mejoramiento de las condiciones de vida de la población. La duda más importante en este caso es: ¿qué grado de transformación y en qué esferas de la estructura económica, política y social le será permitido introducir esos cambios por los verdaderos detentadores del poder?

En caso de que Lugo no acceda a la presidencia, es obvio que las condiciones que hicieron posible su notable figuración en el escenario político continuarán existiendo, en cuyo caso la tarea más relevante sería, sin duda alguna, la construcción de un proyecto político propio de Lugo, más pegado a los movimientos sociales y sin las deudas políticas que supone negociar dentro de la Concertación Nacional.

¿Moda o necesidades compartidas?

Mucho se viene diciendo acerca de que los cambios políticos registrados en varios países de América Latina en los últimos años responden a una suerte de “contagio” del desempeño de gobiernos como el cubano o el venezolano, que se atrevieron a desafiar al imperio, que vive —probablemente— el peor de sus momentos por la acumulación de desaciertos.

Esta visión es desde luego ingenua y no toma en cuenta los elementos de la historia contemporánea latinoamericana que, tanto en sus facetas económicas como política, muestra de manera harta elocuente la desintegración social producida por el neoliberalismo, por la impropiamente llamada globalización. Ningún país de la región se ha librado de esta situación.

El único denominador común de los países cuyos electores han decidido rumbear hacia la izquierda, y aun de aquellos que se plegaron a la “onda rosada”, es que en los últimos dos decenios la pasaron mal: o con gobiernos corruptos, o con gobiernos mesiánicos, o con tecnócratas moldeados al formato de los Chicago boys, y en todos los casos, con incrementos en los niveles de pobreza que superaron cualquier antecedente en cada uno de los países[2].

El molde impuesto a los países de la región fue el de la reprimarización de sus economías, la consecuente des-industrialización y la adopción subalterna (a los países del capitalismo central) del rol de proveedor de materias primas para el mantenimiento de los niveles de vida acostumbrados en aquellos países. En el caso paraguayo, durante los últimos años, la manifestación más elocuente ha sido la introducción de semillas transgénicas para la producción de soja forrajera para la ganadería europea y más recientemente el despojo campesino para la producción de agrocombustibles —biodiesel y etanol— ambos basados en monocultivos extensivos, prescindentes de mano de obra y expulsores de población campesina hacia mercados laborales urbanos ya completamente saturados. Si a esto se agrega la corrupción, es fácil comprender que “exista un deseo subjetivo de cambio de un sector mayoritario de la ciudadanía” (Richer, 2007).

No es, pues, obra de la moda que Lugo haya emergido como una figura relevante en el escenario político, su imagen es producto de la desesperación de más de dos millones de paraguayos que se debaten en la pobreza, es producto del apoyo que en su momento dio a campesinos en San Pedro que estaban siendo diezmados como productores por las corporaciones del agronegocio, su figura es producto de los cientos de miles de desesperados sociales que quizás no quieren cambiar el mundo, sino entrar en él, como decía Carlos Auyero. Piensan que como no es político es decente, piensan que como no es del aparato colorado no roba, piensan que como no tiene empresas no es favoritista. Piensan, casi, casi, que es un Mesías, como en su momento pudo haberlo sido y quizás lo siga siendo, Oviedo. Hasta un 30 % de los votos para Lugo provendrían de electores colorados también pauperizados por la agroexportación y la corrupción. Esto está queriendo decir algo.

Lo que quizás puede considerarse algo relativamente nuevo (en realidad, algo similar ya se vivió con Asunción Para Todos, en las municipales de 1991) es la convocatoria de Lugo, en lo que —muy ambiguamente— podría llamarse el sector medio y medio-pobre urbano del país, un sector que se caracteriza por su apatía, banalidad y conservadurismo político. Convocatoria, a no engañarse, generosamente engrosada por una buena parte de la feligresía católica biempensante, el estudiantado de colegios confesionales y beneficiarios varios de obras de servicio. A este grupo, sin embargo, poca gracia les hacen las obras y las pompas de un Chávez o de un Correa. Paralelamente a este entusiasmo de las clases medias urbanas, la adhesión de los movimientos sociales más importantes no se materializa, al parecer prefieren esperar a ver qué pasa.

El que sí parece estar influenciado por el éxito electoral de los nuevos gobiernos en la región es el propio Lugo, obstinado como el que más, en que podrá unir a todos los paraguayos en la tarea común de reconstrucción nacional, en la fundación de una nueva república basada en el consenso y la solidaridad. Dice el dicho que “a abad sin ciencia y sin conciencia, no le salva la inocencia”. Ingenuidad parece ser, por cierto, admitir que en aras de la construcción de un edificio verdaderamente democrático para el país, los grupos de poder que se mencionan enseguida, acepten reducir sus privilegios y sobre todo sus márgenes de ganancia.

Cambiar para que nada cambie. O, el que nace para maceta no pasa del balcón

“Lugo cae bien a la gente, incluso en nuestras bases, no se puede discutir eso. El problema no está ahí, sino que surgió desde arriba para abajo y también puede sufrir contradicciones, depende de la movida de Lugo”. Belarmino Balbuena, MCP[3].

Existe una confusión bastante grande en la ciudadanía acerca de lo que es el gobierno y lo que es el poder. De esta confusión solo puede quedar la desazón. El gobierno, ya se sabe, es de los mediocres, o de los que pueden financiarse una campaña, o de los arribistas, o de los que maniobran, es de aquellos de los que está lleno el basurero de la historia. Así lo fue en nuestro país desde hace ya mucho tiempo. El poder, sin embargo, es de los poderosos (y no es tautología ni redundancia, es énfasis), de los que realmente tienen la sartén por el mango.

Si los politólogos tienden a subestimar esta diferencia, cuánto más la prensa, empresarial e interesada, precisamente, en encubrir los nombres y los circuitos del verdadero poder. En este contexto se acentúa aún más la figura mítica del exobispo como portador de soluciones sociales a los problemas que son inherentes a la misma estructura de la dominación oligárquica.

Asumo que todo gobierno posible en el Paraguay hoy, debe ser respetuoso de los intereses de los que tienen el poder real. Más que respetuosos tienen que ser funcionales a los mecanismos instalados de acumulación de riqueza. De no ser así, son eliminados (y Raúl Cubas, como pato de la boda, lo sabe muy bien). La otra alternativa, la de desafiar al poder real, implica una acumulación de fuerzas, una claridad ideológica y un grado de unidad tal, que permita —literalmente— gobernar con la gente en la calle y desarmar el andamiaje jurídico-constitucional pacientemente diseñado en décadas de gobiernos estrechamente sumisos a aquellos intereses, cosa que ni remotamente se vislumbra en el proyecto Lugo que personifica la Concertación.

Sucintamente enunciados esos grupos de poder pueden, analíticamente[4], ser clasificados en cuatro: la oligarquía ganadera heredera o usurpadora de inmensas extensiones de tierra, de buena parte del comercio de exportación, y de un nítido y prepotente prestigio social y político; el empresariado corrupto vinculado estrechamente al Partido Colorado desde la época de Stroessner, que es responsable de la sobreacumulación ilícita de riquezas vía licitaciones y contrataciones amañadas, contrabando, evasión impositiva, desvío de fondos públicos y otras fuentes; los narcos, que no solo controlan territorios enteros, sino que producen marihuana, se dedican al tráfico de cocaína y otros estupefacientes y al lavado de dinero, están enquistados en los más altos niveles del gobierno, el ejército, la policía, el Ministerio Público y el aparato judicial; finalmente están las corporaciones transnacionales, que actúan no solo por sí mismas, sino con la ayuda de los organismos multilaterales financieros y de “ayuda al desarrollo”, de la Embajada norteamericana, de la pléyade de tecnoburócratas neoliberales entrenados y diseminados para legitimar las bondades del modelo y de un cierto empresariado nacional más atento a las dádivas externas que al esfuerzo propio. El poder de este último grupo es creciente[5].

Esta distinción entre gobierno y poder es clave para entender, tanto en el corto como en el mediano y largo plazo, las posibilidades de cambio realistas que existen en el país. Los gobiernos pueden alternarse, los gobiernos pueden incluso no alternarse (como es el caso paraguayo) aunque modificando la retórica[6], pero no pueden afectar ciertos patrones de acumulación de riqueza pautados por los grupos de poder mencionados. Con el advenimiento de la “democracia” los movimientos sociales se percataron de la inamovilidad de las estructuras, supieron que pueden hacer todo el ruido que quieran, pero sin tocar determinados intereses.

Este es el caso de la FNC, cuyos referentes en una entrevista (Palau, 2007) expresaron literalmente “… durante la época de la dictadura sabíamos cómo éramos perseguidos, no se podían reunir dos o tres personas. Ahora, nos reunimos todas las personas que queramos y donde queramos, pero cuando vamos a exigir nuestros derechos verdaderos empiezan a reprimirnos. Nos reuniremos, dialogaremos, gritaremos todo lo que queramos, pero sin tocar sus intereses. Entonces para nosotros lo que hoy llamamos democracia, en realidad no lo es, sino solo una apariencia”. De la misma tesitura es lo que expresan —en ese mismo trabajo— los dirigentes de la MCNOC: “existe una… apertura política, hay posibilidades de organizarse, de articularse, pero no podemos avanzar hacia una democracia realmente económica, social y cultural, más bien la democracia está restringida a cuestiones electorales en base a los votos y no una elección de carácter participativo”.

La así llamada oposición parlamentaria es bastante menos lúcida, es un poco más de lo mismo que el Partido Colorado. Otros nombres y otros colores, pero idéntica chatura intelectual, ausencia de proyección política y sobre todo los mismos hábitos electoreros y prebendarios que guiaron la conducta partidaria de las agrupaciones políticas paraguayas, antes y después del golpe de Rodríguez contra Stroessner. Han estado encerradas —y podrían seguir así por mucho tiempo— en el corral electoral. Consideran viable, todavía hoy, un proyecto democrático representativo cuya dinámica empieza y termina en lo eleccionario, desconociendo de la manera más elíptica la forma en que la legislación y la institucionalidad electoral fueron construidas y funcionan: bajo control total de los grupos de poder y del coloradismo, que es su más fiel exponente político. Es obvio que allí no habrá fisuras que permitan la incursión de extraños.

Si la legislación y la institucionalidad electoral están viciadas y la oposición política hace como que no ve este “desperfecto” democrático, parece igualmente cómoda navegando en las aguas de una pretendida “representatividad” que no es cuestionada de ninguna forma. Asumen como natural que el voto “directo” del electorado a listas cerradas, que han sido confeccionadas de acuerdo al aporte económico de cada candidato, elige ciudadanos “representativos”. No dudamos que lo sean, pero habría que preguntarse de quién. Obviamente de quienes financiaron la postulación.

Por lo demás, la historia política reciente ha demostrado que a los partidos de la oposición poco les interesa ser gobierno, ellos se contentan con cargos; de ser posible en el Parlamento, en la Corte Suprema, en el Ministerio Público, en la Cancillería o en los consejos de alguna de las binacionales. No les interesa trabajar, les interesa tener influencia, mandar, figurar y de ser posible ganar dinero en su pasantía. Los movimientos sociales parecen estar mucho más conscientes de la vacuidad de una democracia viciada en sus dos fundamentos políticos principales, la representatividad y la rectitud de los procedimientos electorales. Las expresiones arriba recogidas son claras, así como coherente su comportamiento político, las dos federaciones campesinas más representativas, la Nacional Campesina y la MCNOC no apoyan el proyecto Lugo.

Así, como lo afirma Richer (2007), al aceptar Lugo disputar su candidatura dentro de la Concertación Nacional (CN) de hecho, acepta una alianza que lo llevará a asumir compromisos políticos con los partidos de centroderecha y con los sectores de derecha que lo componen[7]. Su principal debilidad para disputar ese espacio es que carece de una organización y de una estructura organizativa que le permita enfrentar a ciertos aparatos partidarios de mucho peso, como el del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). Pero al aceptar esas reglas de juego de la CN, Lugo —aunque cuente con el apoyo de ciertos movimientos sociales— “no puede ir más allá de derrotar al Partido Colorado, producir la alternancia y modernizar el Estado con la orientación que presupone la influencia de las principales fuerzas de la CN con el neoliberalismo” . Y esta es una suposición optimista.

Por esto, el proyecto Lugo solo puede aspirar —cuanto más y siendo más optimistas de lo que la prudencia exige— a plegarse a la onda rosa de gobiernos de la región. Falta el contrapeso popular-progresista de los partidos del espectro de la izquierda que han tenido una “participación electoral que ha sido durante la transición, fragmentada, con una muy discontinua articulación con las organizaciones sociales y con una prácticamente nula acumulación, no ha ocurrido lo mismo en el plano de las luchas sociales, que han llevado adelante importantes acciones, muchas con un éxito importante” (Palau, 2007; 50). No parece que la coreografía de las próximas convocatorias a elecciones variará mucho.

En resumen, y como lo afirma Ocampos, “los líderes y referentes de los sectores sociales y gremiales que apoyan a Lugo están divididos ante la perspectiva de sumar fuerzas con partidos desprestigiados, de trayectorias diversas y en líneas generales partidarios del neoliberalismo” (2007; 19).

La incertidumbre como presente y futuro

Es reconocida la capacidad psicopatogénica de la incertidumbre; produce inestabilidad emocional y propensión a conductas erráticas, imprevisibles, ciclotímicas. Al parecer, este cuadro es aplicable también a los cuerpos sociales, principalmente a los políticos y aún más en particular, al oficialismo del Partido Colorado.

La amenaza de una cierta posibilidad que el coloradismo pueda ser “alternado”, ha llevado al presidente de la República —responsable directo de una eventual salida del poder de su partido— entre otras cosas, a habilitar una red nada despreciable de “providencia social focalizada” con fondos provenientes de préstamos externos y de dispendios de las dos binacionales hidroeléctricas, fondos que han sido orientados al proselitismo y a calmar las necesidades de grupos específicos de adherentes. No menos elocuentes son las recientes ampliaciones aprobadas al Presupuesto General de la Nación y el anuncio de un reajuste salarial al funcionariado público a partir de enero 2008 (en abril son las elecciones generales). El nerviosismo es patente, la prudencia le es esquiva. El problema es que, como dice el refrán, cuanto más escarba la gallina, más tierra se echa encima, con lo que el ciclo de impertinencias se amplifica.

Pero no es esa la principal incertidumbre que se cierne sobre el país. Mal que mal, los paraguayos estamos acostumbrados, por una razón u otra, a vivir pendientes de un hilo. La emergencia de Lugo, la papa caliente que significa Oviedo en el tablero de las movidas de Nicanor, la forma como se dirimirá en diciembre la pugna partidaria interna, las futuras alianzas que eventualmente pueden sellarse entre los defensores del statu quo y los que pugnan por cambiarlo, plantean a la ciudadanía

—cada vez más descreída de sus “representantes” políticos (incluyendo a Lugo)— una suerte de hartazgo, que hasta uno se atrevería a pensar, desmoviliza.

Los que no están “desmovilizados” son los dirigentes de las cúpulas partidarias, principalmente las de aquellos partidos que están en el Parlamento. En puertas de la interna colorada la crispación política va en aumento, lo cual produce no solo un aumento en los decibeles de violencia en los discursos verbales, sino una casi total renuncia a las funciones propias del gobierno de un país. Todo paraguayo sabe también que si bien el principal adversario de un colorado en el gobierno es otro colorado de diferente lista, llegado el momento clave, se unen y actúan como un bloque. Solo que en este momento, el deterioro social y económico está llegando a la sima[8] y el horno político no parece estar para bollos ni refritos partidarios. El margen de gobernabilidad (entendida como el manejo político de los problemas sociales) se ha reducido al mínimo y los encontronazos del tendotá no se limitan a sus adversarios internos.

No son pocos los rumores acerca de que el choque entre la ola de conflictos políticos con la crítica situación social, más los sucesivos temblores de tierra producidos por la candidatura Lugo y el tortuoso proceso a Oviedo, podrían provocar un tsunami en el débil andamiaje institucional de la “democracia”.

Ante este panorama los grupos económicos se ponen nerviosos, y tanto más nerviosos cuanto mayores son sus intereses en juego. Esta realidad conduce al razonamiento a suponer que los defensores de esos intereses hacen sus planes, estos sí estratégicos. EE. UU. tiene mucho que perder si las cosas van mal en el Paraguay, desde sus buques insignia de la agricultura (Monsanto, Cargill), hasta sus intereses geopolíticos puestos en el agua y el control subregional. De la misma Brasil, con sus más de 300 000 connacionales habitando el Paraguay hasta Itaipú, Taiwán, que depende del apoyo político paraguayo en foros internacionales multilaterales, y el Vaticano, que desde tiempos inmemoriales ha dado al César todo lo que es del César, y hasta con propina principalmente desde que Ratzinger asumió la jefatura del Estado en su sede central. Todos ellos están más que interesados en que no se hagan olas, que todo siga como está, porque así como están las cosas les está yendo muy bien.

No es para nada arriesgado suponer que —al menos— los cuatro representantes de esos Estados estén ajustando un plan alternativo para cualquiera de las formas que pudiera asumir un quiebre institucional en el país. Este plan (o planes) estará desde luego ajustado a sus intereses, tendrá poco o nada que ver con las prioridades del país, y contará —¡cuándo no!— con la venia obsecuente de los más conspicuos representantes de los grupos de poder real internos antes mencionados.

Los defensores de la “onda rosada” de gobiernos sudamericanos (Lula, Kirchner, Vázquez, Bachelet) manifiestan claramente que estos crean mejores condiciones que los anteriores, que dada la sensibilidad social de sus agendas, los movimientos populares se sentirán menos presionados y lograrán hacer avances hacia una reforma social de sus respectivos Estados. Sin duda, es una manera de ver las cosas, es el polo minimalista de lo que Correa o Chávez parecerían estar planteando con más acelerador y sin air back. Lugo, en el mejorcito de los casos, solo puede aspirar a que lo colorado se convierta en rosado[9].

Cabe, sin embargo, la duda acerca de cuál es el máximo que los terratenientes, los narcos, el lumpen empresariado y las transnacionales están dispuestos a negociar, y el mínimo que las organizaciones sociales estarían dispuestas a recibir para mantener una mínima gobernabilidad. Y cabe también preguntarse si, de darse la alternancia, el Partido Colorado ya en la llanura estaría dispuesto a colaborar en ese proyecto de Lugo de la reconstrucción nacional.

En otras palabras, la duda más importante, en este caso, es: ¿qué grado de transformación y en qué esferas de la estructura económica, política y social le será permitido a Lugo introducir esos cambios por los verdaderos detentadores del poder?

¿… y si no hay cambios?

Ahora bien, dada la escasa diferencia en las preferencias electorales entre el candidato colorado y el de la Concertación, es bastante posible, por lo dicho anteriormente, que el coloradismo tenga un nuevo período.

Lo que quedaría garantizado en este caso es el mantenimiento de la actual situación, esto es, de la situación que ha caracterizado al país durante los últimos 18 años. Se podrá tener énfasis diferentes, según sea Blanca Ovelar o Castiglioni quien asuma la presidencia, pero el núcleo del poder real —todo hace presumir— continuará intacto. La forma como se genera riqueza continuará siendo la misma. Este escenario, que podría parecer pesimista para muchos, podría, sin embargo, incubar los gérmenes de un cambio mayor en el 2013 del que podría esperarse para el próximo año, con la peculiar alianza electoral de Lugo. ¿En qué sentido?

Un nuevo gobierno colorado significará necesariamente un mayor desgaste político de dicho partido por varias razones; la corrupción deberá continuar para mantener funcionando los mecanismos principales del sostenimiento político del gobierno, el “modelo” económico no variará (es más, con Castiglioni probablemente se acentuará) y se seguirá expulsando campesinos de sus tierras, se mantendrán altos niveles de exportación de pobres al exterior (emigración), por efecto de los monocultivos el precio de los alimentos aumentará a niveles muy altos, la represión deberá también crecer (de ahí la necesidad, para el gobierno, de aprobar las modificaciones al Código Penal), la oposición parlamentaria será arrastrada también a niveles aún mayores de descrédito y en suma, las condiciones para la emergencia de un proyecto político auténticamente transformador serán más claras.

Algunos colegas opinan que la alternancia en sí ya es un gran avance y que por ella vale la pena jugarse. Si bien este razonamiento tiene algo de verdad, está lejos de ser políticamente defendible. La alternancia con fracaso administrativo sería, de hecho, mucho más nociva que una situación de no alternancia que permita, para el futuro, la construcción de un proyecto de cambio social y político más sólido.

Sin respaldo de los grupos sociales organizados, principalmente los movimientos campesinos, sin un grupo de gente que piense en un proyecto de país para todos, sin una dirigencia que modifique radicalmente la práctica política, sin el diseño previo de las modificaciones jurídico institucionales que deberán introducirse en el andamiaje de la República, no hay mesías que pueda redimir una situación como la que el país está atravesando.

Bibliografía

CLACSO (2007). Concurso de proyectos de investigación 2007. Tema: “Producción de pobreza en América Latina y el Caribe”. Buenos Aires, Consejo Latino Americano de Ciencias Sociales.

Ocampos, Genoveva (2007). Informe Democracia y Desarrollo 2006-2007, Borrador Capítulo Paraguay, Asunción, BASE-ECTA/ALOP.

Palau, Marielle (2007). El movimiento popular paraguayo: entre la fragmentación y la unidad. Informe Final. Asunción. Concurso de proyectos para investigadores de América Latina y el Caribe. “Partido, movimientos y alternativas políticas en América Latina y el Caribe”. Programa de Becas CLACSO-ASDI de promoción de la investigación social, 2003-2005.

Richer, Hugo (2007). “La crisis y una nueva transición”. En Acción, N.º 272,abril, 7-11. Stefanoni, Pablo (2007). “¿Fin de época en Paraguay?”. En Le Monde Diplomatique, Año IX, N.º 97, julio, 8-9.

  1. Muchas de las ideas aquí planteadas surgieron en conversaciones que tuve con Jorge Lara Castro, probablemente una de las personas más lúcidas que tenemos en el país, no solo por sus análisis sino por su comportamiento político. Si algunas ideas claras son suyas, los eventuales errores en la formulación de las mismas y otras inexactitudes que puedan aparecer son exclusivamente mías
  2. “Esta reestructuración neoliberal de la sociedad, del Estado y del mercado de trabajo ha incidido fuertemente en las formas en que se accede a los medios de subsistencia básicos para la reproducción de la vida (salario, relaciones de reciprocidad e intercambio, entre otros), configurando un nuevo mapa de la pobreza”, dice una convocatoria de la CLACSO (2007).
  3. Citado por Ocampo (2007).
  4. En la práctica, los principales actores de cada uno de esos cuatro grupos tienen intereses en alguno o en los otros tres grupos, dado el sincretismo que caracteriza la estructura de dominación en el país.
  5. “Cuando el poder económico privado concentrado de las grandes corporaciones le quita el gobierno, es decir, la decisión política al pueblo, y los gobernantes no son más que marionetas que ejecutan órdenes de las corporaciones, nos encontramos frente a lo que los diccionarios definen como fascismo, e incluso en una forma más avanzada”. Entrevista a Ralph Nader, quien llegó a ser una conocida personalidad por desarrollar una campaña en defensa de los consumidores en Estados Unidos. Ralph Nader fue también candidato independiente a las elecciones presidenciales estadounidenses en 2000 y 2004, y el único que puso en tela de juicio la versión oficial de los atentados del 11 de setiembre y los vínculos entre Israel y Estados Unidos. Es autor del libro: The Good Fight: Declare Your Independence and Close the Democracy Gap. La entrevista fue realizada por Amy Goodman (2007). www.voltairenet.org/ article150019.html.
  6. Recuérdese que en la campaña de las internas del coloradismo para las elecciones del 2008, Nicanor, luego de la ruptura del clan Argaña, crea el Movimiento Progresista Colorado, y en no pocas alocuciones con su candidata Blanca Ovelar declara que el ideario de él y del coloradismo es socialista.
  7. A raíz precisamente de estos compromisos, el Partido Humanista y el de los Trabajadores (PH y PT) se salieron del Bloque Social y Popular, compuesto además por Tekojoja y algunas centrales sindicales que continúan plegados al proyecto de la Concertación.
  8. Cavidad grande y muy profunda en la tierra.
  9. Mientras tanto, sotto voce las bases coloradas estarían recibiendo instrucciones que en caso de que pierdan las elecciones del 2008 arrancarían a la izquierda sus banderas y pasarían a defender una posición antineoliberal a ultranza, en un ataque desde la oposición que no se limitaría precisamente solo a lo ideológico.