Publicado en la Revista Acción, N.º 285, julio 2008 – Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG).
Luego de transcurrido ya un tiempo prudencial desde el 20 de abril, la sensación inicial de desconcierto sobre las actitudes y decisiones del presidente electo se va convirtiendo rápidamente (para algunos sectores, por supuesto) en decepción.
Durante buena parte de su campaña, Lugo manifestó sus sueños sobre un Paraguay unido para su reconstrucción. Como aspiración colectiva es sin duda encomiable; como proyecto político, sin embargo, parecería ser poco viable. Al fin y al cabo la reconstrucción de algo se debiera basar en un proyecto, plan o propuesta y en la contratación de albañiles idóneos. Por ahora no se ve ni lo uno ni lo otro (salvo honrosas excepciones personales del anunciado gabinete).
Más bien parecería ser que lo que Lugo pretende es un cambio (o al menos dar la imagen de que se está cambiando) para preservar las cosas como están. Lo que hay que preservar son —y eso lo supieron todos los presidentes de la “transición”— las ganancias de los grupos económicos: ganaderos, empresarios de dudosa extracción, corporaciones multinacionales. Hay que mantener también —para que pocos tengan mucho— la pobreza por encima del 40 %, el 30 % de futuras madres paraguayas con desnutrición, el 70 % de los jóvenes que buscan primer empleo sin encontrarlo. Para mantener este “país de maravilla”, sin embargo, hace falta un pequeño cambio, de modo que la gente piense que estamos ante “un nuevo escenario”; que el presidente no sea colorado, que no provenga de otras desprestigiadas carpas políticas, que no tenga un pasado oscuro, que tenga un mínimo de idoneidad y que use símbolos patrióticos (como ponchos y rebozos tricolores, las sandalias también dan un aire de San Francisco de Asís, ícono de la pobreza y la austeridad).
Pero, a pesar de esos “cambios” en la figura del ruvichá, se aprecia en el común de ese electorado que votó por el cambio, una sensación de generalizada frustración. Reciclar escombros para construir los cimientos de lo que se espera sería un nuevo edificio social no es algo que pueda ser digerido muy fácilmente. Establecer conexiones con el ala neoliberal “moderna” de ciertos segmentos “progres” del empresariado, de técnicos y sojeros, tiene —a decir verdad— poco que ver con lo que necesita Juan Pueblo para tener la seguridad de poder comer durante los próximos cinco años, don Juan y señora que mal representan al menos la mitad de ese 40,7 % del 20 de abril.
Mucha gente no entiende muy bien por qué mientras Lugo y su comitiva visitaba al “eje del mal sudamericano”, otra delegación —simultáneamente— aceptaba una invitación del Departamento de Estado norteamericano para hablar —entre otras cosas, de energía— y para visitar —entre otros lugares— las instalaciones del Comando Sur en Florida State. Debe destacarse la prudencia de Luis Bareiro Spaini, de no aceptar ser parte de esa delegación. Llamativo aquello de “una de cal y otra de arena”. Esperanza Martínez es la otra excepción. Se trata de personas honestas y coherentes.
Las áreas”duras” y las áreas “blandas”
El deseo de unidad para sacar al país adelante se traduce, en política, en iniciativas de alianzas. En nuestro caso parecería estarse avanzando en unir a la APC con los oviedistas y un ala del coloradismo: en términos electorales esto significa algo más del 70 % de los votos de la última elección. Por el momento están fuera, la otra ala del coloradismo y partidos menores. En el Paraguay, sin embargo, toda alianza implica ceder cuotas de poder. Por el momento, entonces, la percepción del proyecto unitario de Lugo es más de lo mismo: cuoteo.
Esto no sería tan grave para los intereses de los sectores más pobres del país si el cuoteo incluyera albañiles calificados y mínimamente honestos, cosa que no ocurre. Lo más grave es cómo se dividió el poder en el Ejecutivo.
Las así llamadas áreas “duras” del modelo (Hacienda, Obras Públicas, Agricultura y Ganadería, Industria y Comercio, Interior, Cancillería) fueron a parar a manos del sector más conservador del espectro político disponible (repito, con la excepción de Defensa). En tanto que las áreas “blandas”, aquellas sobre las que hay mayor flexibilidad en la asignación presupuestaria y tienen que ver con necesidades sociales, fueron dadas a personas de un espectro algo más “progre”. Se las usó como para dar la imagen de cambio (Acción Social, Salud, Mujer, Niñez, Cultura, Juventud, con la excepción de Educación).
¿Qué puede estar indicándonos esta lógica en la asignación de cargos? El cuoteo sin duda busca mantener la línea de flotación política a una altura prudencial, Lugo no podría arriesgarse a timonear un barco con la bodega legislativa cargada de piedras en un río de necesidades sociales muy picado.
La conformación de autoridades “duras” conservadoras y “blandas” (con bastante magnanimidad) progresistas nos muestra que la brújula que orientará a este nuevo timonel seguirá siendo neoliberal en lo sustantivo. Habrá que esperar la respuesta de las organizaciones sociales, principalmente campesinas, cuando las promesas de la campaña empiecen a ser incumplidas. Con un Frente Social y Popular extremadamente debilitado y una presión creciente por la tierra, no sería extraño que el conservadurismo económico del nuevo gobierno tenga como principal ingrediente la represión, para garantizar aún más la gobernabilidad.
No es casual que el futuro ministro de Industria y Comercio considere que Industria Nacional del Cemento (INC) y Acepar no debieran ser estatales, sino estar en manos privadas, o que los combustibles debieran costar al menos mil guaraníes más por litro. La privatización y la liberalización de mercados de bienes básicos están en la esencia misma de la práctica neoliberal. Es igualmente sugerente que el otrora progresista futuro ministro del Interior considere a los Carabineros de Chile (recordar el papel de ese cuerpo armado en la dictadura de Pinochet) “un modelo de eficiencia y honestidad”. El propio Lugo lo ha dicho: Uruguay y Chile son los modelos más cercanos que tiene enfrente.
Más de lo mismo o genialidad de estratega. Esto lo sabremos en la próxima entrega, o el próximo período presidencial. Puede que el presidente electo, ahora con el beneplácito del Vaticano, logre el milagro político de reciclar basura y convertirla en alimento para un pueblo hambriento. Puede que los esfuerzos aliancistas, cuál piedra filosofal, transformen la decepción en satisfacción. Puede darse incluso que esta buscada concertación entre los poderes hegemónicos reales (los económicos y geopolíticos) y las necesidades sociales, confluya en el idílico estuario de la reconstrucción nacional. Pero lo más probable es que no.