Sin fuente.
Los neo conservadores asomados a su balcón que da al patio trasero de Washington deben estar poco satisfechos con el giro no conservador que dio —en muy poco tiempo— el “Mercado Común del Sur” en los últimos meses.
Allá por 2003, cuando el presidente Chávez anunciaba la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), planteaba una verdad casi de perogrullo: si no hay un interés político de los gobiernos, no puede haber integración. Sentencia que es la antítesis de los presupuestos que originaron en 1991, lo que pomposamente se firmaría con el nombre de Tratado de Asunción. El MERCOSUR de Menem, Collor de Mello, Rodríguez y Lacalle, postulaba una integración para comerciar e invertir, o sea, una integración funcional a los intereses de las corporaciones multinacionales. En Córdoba, en la cumbre del 20-21 de julio pasado, se planteó una integración para los pueblos.
Equivale a un cortocircuito en las redes de instalación del edificio neoliberal para Sudamérica. Mientras Duarte Frutos pedía inversión extranjera y volver a una zona de libre comercio (ahora ya es una unión aduanera) para poder firmar Tratados de Libre Comercio bilaterales con países de extrazona, el invitado comandante Fidel Castro pedía garantizar la alfabetización y la salud de los pueblos de los países que integran el MERCOSUR.
Lo acontecido en Córdoba puede considerarse un logro de la tozudez del presidente Chávez, apoyada por las cancillerías brasileña y argentina, un episodio importante en el proceso de disolución del bloque (por la posición subalterna y conservadora de los gobiernos de Vázquez y Duarte Frutos) o, el inicio de un MERCOSUR diferente.
En síntesis, lo planteado por Venezuela y Bolivia, con el apoyo de Cuba, es: sigamos con la cuestión comercial, pero démosle un contenido social y, sobre todo, un mínimo consenso político a un eventual bloque económico y popular autónomo. Autónomo de Washington.
Para Mario Osava (de InterPress Service) “la incorporación de Venezuela como miembro pleno amplía las tensiones políticas, internas y externas del MERCOSUR, pero en contrapartida le agrega una mayor potencia energética y financiera que puede neutralizar factores de desagregación”.
Citando al conocido Theotonio dos Santos, el autor plantea que para el bloque, Venezuela representa “un buen refuerzo” en capacidad de inversiones, por la disposición venezolana de destinar sus recursos financieros, agrandados por el alza de los precios petroleros, al desarrollo de la región y a la infraestructura de integración. Con ello, el MERCOSUR gana mayor poder de atracción de otros países sudamericanos y de cohesión interna, contribuyendo a superar disensiones entre los países miembros plenos, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
Si el componente social y la mayor capacidad financiera y de inversiones pueden considerarse un avance, hay también temores de retroceso. El conservadurismo de los gobiernos de Paraguay y Uruguay, con los conflictos bilaterales que estos países mantenían con los dos grandes del bloque, más la incorporación de Venezuela, puede llevar a los dos pequeños a insistir, como ya lo han hecho, en negociar tratados bilaterales por fuera. Sin duda, desequilibrar la balanza hacia la izquierda tiene el riesgo de tensionar en exceso una relación de por sí ya bastante conflictuada.
No obstante ello, debe tomarse en cuenta que la breve historia del bloque ha iniciado un proceso de tomar en consideración —aunque muy tímidamente— el componente social de la integración. Así, el Protocolo de Ouro Preto, firmado en 1995, estableció la creación de la Comisión Parlamentaria Conjunta, que es un principio de integración legislativa, creó el SubGrupo de Trabajo N.º 10 sobre Relaciones Laborales, empleo y seguridad social, así como la participación de representantes de organizaciones privadas y sociales en el Foro Consultivo Económico y Social. Si bien es poco, algo es.
Pero el avance en el campo social más importante, antes de la reunión de Córdoba, fue la “Carta Social del MERCOSUR”, firmada en Buenos Aires en el 2000,[1] en la que se reconoce —entre otras cosas— que el bloque debe “fortalecer los mecanismos de apoyo a los grupos sociales más afectados…”. Hasta ahora, sin embargo, esa Carta, que es la principal apoyatura institucional existente para reencaminar al bloque, ha sido letra muerta. Posteriormente, ya en el 2005 se decide la creación de los Fondos Estructurales de ayuda a los dos países de menor desarrollo relativo del bloque, con la intención supuesta de disminuir las asimetrías económico-sociales entre los Estados miembros. Por el momento también una declaración de intenciones.
Así las cosas, el futuro del MERCOSUR aparece hoy más que nunca, incierto. Un sueño de Lula, como es consolidar la construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones, conformada por los 12 países de la región, está en buen camino y avanzó con la adhesión plena venezolana al MERCOSUR, sueño que coincide con el de Chávez del ALBA (aunque estén Colombia y Perú de por medio). Pero, por otro lado, están los intereses uruguayos y paraguayos, estrechamente adheridos a los de EE. UU., gobiernos para quienes la presencia de Venezuela incómoda, más aún cuando se invita a Cuba a formalizar acuerdos comerciales con los países integrantes.
- Ver más detalles en Caputo, Luis (2003). El MERCOSUR y los derechos humanos, Asunción, BASE Investigaciones Sociales, Documento de Trabajo N.º 105, diciembre. ↑