Diario La Nación, 8 de abril de 2004
El resultado de la votación que tendrá lugar el próximo jueves en Ginebra en la 61.ª Sesión de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de las Naciones Unidas va mucho más allá de permitir o no la presencia de un relator para informar sobre la situación de los DD. HH. en la isla. Es la excusa que EE. UU. necesita para invadir militarmente a Cuba. La prepotencia imperial se prepara otra vez para pisotear de nuevo la dignidad latinoamericana.
Duarte Frutos hizo bien en invitar al comandante Fidel Castro y a Hugo Chávez a su asunción de mando en agosto pasado. Duarte Frutos hizo bien en decir no, al envío de tropas paraguayas a Irak. Duarte Frutos hizo bien en no recibir personalmente a un funcionario de cuarta como Otto Reich, que se cree ungido de espíritu imperial. ¿Será que está haciendo bien estos deberes porque se lo insinúan sus pares del MERCOSUR (menos Batlle, por supuesto)? Ellos tampoco enviaron tropas a Irak, ni Lula ni Kirchner recibieron a Reich, ambos invitaron a Fidel Castro y Hugo Chávez a sus respectivas asunciones.
La administración Duarte Frutos está dando muestras de un alineamiento internacional con Argentina y Brasil. Esto marca una diferencia con los gobiernos anteriores que tuvimos. La pregunta que uno se hace es si ese alineamiento va a continuar o no, qué hará nuestra Canciller el próximo jueves 15 de abril en Ginebra, cuando el voto paraguayo cuente —y mucho— para evitar la indigna sanción que pretende aplicar EE. UU. en la Comisión de Derechos Humanos a Cuba. ¿Se supeditará el voto paraguayo a las indecentes presiones norteamericanas por seguir castigando a un pueblo hermano?, ¿tomará Paraguay la actitud de Poncio Pilatos lavándose las manos con una también indecorosa abstención?, o¿mostrará el gobierno paraguayo su rechazo a esta acusación arbitraria, politizada y discriminatoria en la que —¡oh casualidad!— siempre los acusados son países del tercer mundo?
La historia de este sainete versión norteamericana es larga. Ya en 1987 se dio el primer intento de materializar una condena contra Cuba cuando los EE. UU. presentaron por primera vez un proyecto de resolución que fue desestimado. Sin desalentarse, volvió a presentar en 1988 un nuevo proyecto de resolución contra Cuba: tampoco le fue bien, ya que Argentina, Colombia, México y Perú presentaron otro alternativo que fue adoptado por consenso.
Durante ese mismo año, por invitación del propio gobierno cubano, viajó a la isla una Misión integrada por el presidente de la CDH y cinco representantes de Estados Miembros de la Comisión para observar la situación y presentar un informe: en el texto de ese informe se lee que no existían en Cuba violaciones graves o sistemáticas a los derechos humanos. A pesar de eso, EE. UU. vuelta en el 89 a presentar un nuevo proyecto pretendiendo condenar a Cuba. Le volvió a salir mal, ya que fue aprobado otro presentado por los latinoamericanos.
Todo esto ocurría antes del derrumbe del muro de Berlín y de la Unión Soviética. Con el unilateralismo posterior, la CDH pasa a ser un instrumento norteamericano más para dominar a los países del sur. En 1990 por primera vez se adopta un proyecto de resolución promovido por EE. UU. A partir de ese momento se estableció en la práctica un mecanismo selectivo y discriminatorio de seguimiento a la llamada “situación de los derechos humanos en Cuba”. Como es de esperar por parte de un gobierno con un mínimo de dignidad, Cuba siempre se opuso a este monitoreo injustificado, resultado de las presiones políticas y de un ejercicio politizado y fraudulento que nada tenía que ver con la causa de los derechos humanos.
Entre 1993 y 1998 los sucesivos proyectos de condena ante la CDH por parte de EE. UU. fueron derrotados. En 1995, no obstante, vuelve a realizarse una visita del Alto Comisionado de las NNUU para los Derechos Humanos. Abatido, cabizbajo y con rabia, EE. UU. consigue que en 1999 nada menos que la República Checa (país que en ese entonces necesitaba el apoyo de EE. UU. para ingresar a la OTAN) fue convencida de oficiar de “presentador” del proyecto de resolución contra Cuba. Se aprobó, pero este proyecto no contenía ningún mecanismo de “monitoreo”. Se dieron así, desde el 99 hasta el 2001, tres resoluciones anticubanas, no sin graves fricciones y tensiones con los propios aliados de EE. UU.
La resolución 2002/18 también condenó a Cuba, esta vez con monitoreo (a todo esto, ya la República Checa se había abierto de ese denigrante papel). Cuba rechaza y “no reconoce autoridad alguna a esa persona, quien, por supuesto, no podrá ingresar al territorio cubano”. Ese año se produce la exclusión de EE. UU. de la CDH, o sea, ya no puede presentar proyectos de resolución. El año pasado utilizó a Uruguay y Perú (contra la explícita voluntad de sus pueblos) para presentar el proyecto de resolución.
Para este año, en la sesión que se hace el próximo jueves 15, el proyecto de resolución condenatorio fue presentado por Honduras (cuyo presidente es un peón en el tablero del ajedrez norteamericano para América Latina), país que aparece segundo más pobre en el continente. Pero este año aparece un nuevo ingrediente en el espeso caldo podrido que prepara EE. UU. para nuestros pueblos.
Bush se va en noviembre. Es lo más probable. Cuentan que Reich estando en Asunción en un ágape informal manifestó (¿con algunos tragos de más?) que Castro y Chávez tienen que irse y se irán lo antes posible. En suma, además de las “armas químicas” que Powell ya sospecha hay en la isla (cualquier semejanza con las armas de destrucción masiva en Irak son pura coincidencia), precisan de una resolución condenatoria a Cuba para justificar su criminal bloqueo y sus planes de agresión militar.
Bien haría la Cancillería en informar exhaustivamente a Duarte Frutos de estos y varios otros detalles no directamente visibles de este indigno manoseo norteamericano a nuestros países. Esperemos que la decisión del gobierno paraguayo sea tomada informadamente, conscientemente. Solo así sabremos calibrar qué línea se está bajando desde la presidencia, podremos saber de qué lado patea realmente el gobierno paraguayo.