Ocultar la verdad es una forma de mentir

Revista ACCIÓN N.º 253 – mayo, 2005. CEPAG.
La entrega de soberanía, que implica la política económica del actual gobierno paraguayo, equivale a entregar al pueblo a la desenfrenada irracionalidad de las multinacionales. La pobreza, el hambre y la violencia a que nos exponemos es —por el momento— difícilmente imaginable.

Hago referencia a dos hechos que se avecinan, que están muy próximos: a la suba del petróleo y a la caída del dólar. Ambos acontecimientos afectarán de manera directa y por cierto, muy negativamente al país, sobre todo a los más pobres. El gobierno no hace nada al respecto; ningún comunicado, ninguna alerta, ninguna previsión.

El petróleo

Empecemos con el petróleo. “Para el FMI, el actual “choque” en los precios del crudo, no es pasajero como los anteriores, sino que bien podría durar 20 años. Goldman Sachs (principal banco estadounidense de inversiones del mundo) ha alertado sobre la posibilidad de un “superpico” de precios por encima de los 100 dólares por barril, mientras que Citigroup ha hablado de un “superciclo” económico dominado por un lapso prolongado de altos precios de todas las materias primas[1]”. Goldman Sachs, publicó recientemente un impactante reporte sobre la fuerte demanda del petróleo y su abastecimiento restringido, lo cual ocasionaría un alza paroxística y la “compra masiva por los fondos especulativos” (Mark Tran, The Guardian, 1.º de abril)[2]”.

En nuestro país la importación de derivados del petróleo sigue siendo el rubro, tomado aisladamente, más importante de drenaje de divisas. Con las perspectivas apuntadas eso tenderá a aumentar. Internamente, tiene también sus efectos; con un gasoil a U$ 0,61 por litro, los precios de la canasta y servicios básicos se disparan, el Índice de Precios al Consumidor, IPC y la inflación aumentan y la pobreza también[3]. Proyectando esto a un futuro cercano, la situación tenderá a ser insostenible políticamente por las amenazas a la gobernabilidad que significa.

Esto en un país cuyo consumo energético sigue dependiendo en un alto porcentaje (no menos de 40 %) de energía renovable (leña y carbón) y que tiene la represa hidroeléctrica más grande del mundo, además de la de Yacyretá y Acaray. Así las cosas, la política energética de los gobiernos neoliberales de la transición aparece como enteramente irracional (con la lógica del sentido común), aunque altamente funcional, a las transnacionales del petróleo, sus distribuidoras y otras ramas trasnacionalizadas de la economía. Habiendo electricidad y cemento suficiente se siguen construyendo rutas asfaltadas (derivado del petróleo), consumiendo petróleo en las rutas y toda la parafernalia de automotores y accesorios controlados por empresas multinacionales. No hay planes de reforestación, no hay un plan de expansión del uso de la electricidad (para el transporte de carga y pasajeros, por ejemplo), renegociación de los tratados binacionales, nada. Nicanor y Borda parecen entregados a los dictámenes de la embajada que representa los intereses multinacionales.

Es más, los dos principales rubros de exportación (soja y algodón) son totalmente dependientes del petróleo, así como lo es la producción de los alimentos[4], debido al modelo derivado de la revolución verde, basado en el insumo de derivados del petróleo en los insumos agrícolas, la tractorización extensiva, la conservación y el transporte de alimentos así como la energía fósil consumida en la distribución mayorista y minorista de los mismos.

¿Qué pasará cuando el precio (o las disponibilidades) de petróleo superen la capacidad de compra (o acceso) del Estado paraguayo? Situación por cierto prevista para el mediano plazo por especialistas en el tema. ¿Qué pasará? Al gobierno parece no importarle este asunto. La producción en general, el transporte en su totalidad, el consumo alimentario y muchas otras pautas de organización de la vida cotidiana sufrirán irremediablemente radicales transformaciones con respecto al modelo que hoy conocemos. Para los “estrategas” de la política nacional esto debe sonar a falsas alarmas de los opositores de siempre. Lamentablemente, ya nuestros hijos vivirán esta situación.

El dólar

Por otro lado, las autoridades económicas del país deben haber notado que el dólar de Estados Unidos ha perdido el 38 % de su valor frente al euro, desde febrero de 2002; el 25 % en relación con el dólar canadiense y el 23 % frente al yen japonés, para solo mencionar tres ejemplos.[5]

“Paul Craig Roberts, anterior secretario asistente del Tesoro con Reagan y editor asociado del ultraneoliberal The Wall Street Journal, diagnostica “el fin que viene de la superpotencia estadounidense” (“¿El último tango”?; Counterpunch; 1/3/05): “la economía en descenso de EE. UU. se encamina a una crisis. (…) Las aflicciones son serias y pueden ser fatales aun si son diagnosticadas y tratadas. EE. UU. ha perdido el poder de compra de su divisa y su habilidad de crear empleos para la clase media”. Aborda la consabida diversificación de los bancos centrales mundiales y la pérdida tanto del valor intrínseco del billete verde como de su función de “reserva”.

Su análisis sobre la pérdida de empleos es demoledor: “el declive del dólar elevará las tasas de interés y los precios en general, con excepción de los empleos”. Fustiga la propuesta de privatización del seguro social que costará 4.5 millones de dólares (trillones en anglosajón) —¡más del 13 % del PIB planetario!— de empréstitos en los próximos 10 años: “EE. UU. no posee ahorros domésticos para absorber esta deuda y los extranjeros no prestarán tales sumas enormes a un país con una divisa en vías de colapsarse, en especial un país empantanado en un conflicto en Medio Oriente que acumula cientos de miles de millones de dólares en deuda de guerra”[6].

Estas opiniones de observadores mundiales autorizados son claras; el dólar se irá desvalorizando a menos que la Reserva Federal norteamericana, el Tesoro y el Fondo Monetario Internacional, FMI, tomen drásticas medidas que incluyen la suba de las tasas de interés a niveles récord. Quizás el peor de todos los pronósticos es que el crecimiento de la economía norteamericana se desacelere aún más.

Las repercusiones sobre un pequeño país como el nuestro, que además está gobernado por personas probadamente incompetentes y mundialmente conocidas como corruptas, serán también tan negativas como previsibles.

En primer lugar, una suba de las tasas de interés del dólar (fijadas por la mencionada triple alianza) tienen un impacto directo e inmediato sobre los servicios de la deuda externa del país, que se verá ampliada con las consiguientes repercusiones que ello tendrá sobre el ya exiguo gasto social (mayor ajuste del déficit fiscal y mayor control del circulante para evitar inflación disparada por los futuros aumentos de precios).

En segundo lugar, encarecimiento del precio de las importaciones de países de fuera de la zona dólar (por ahora, Europa, pero previsiblemente en un futuro cercano también los países asiáticos). Como todos sabemos, Paraguay es un país que ha visto deteriorarse severamente los precios de su intercambio comercial con el exterior (deterioro de los términos de intercambio), además de ello la totalidad de sus exportaciones tiene un altísimo componente importado, así como buena parte del consumo doméstico no productivo (bienes y servicios). De modo que de mantenerse un modelo primario-exportador como el actual, habrá de producirse mucho más para que ingrese la misma cantidad de divisas, para lo cual hará falta importar más. Ese círculo vicioso destrozará el modelo sojero (entre otras cosas) basado en los pequeños y medianos productores.

Estos no son sino superficiales apuntes sobre dos de los hechos que se avecinan en el futuro cercano. Sus efectos ya los estamos sintiendo, pero el gobierno —creo yo que a propósito— no los hace visible de modo a evitar una reacción del pueblo, que será el primero y principal afectado.

  1. Buchanan, Ronald (2005). “Los choques petroleros ya no son como antes”, México, La Jornada, 18 de abril. Se agrega además: “Hablar de los altos precios del petróleo comienza a ser costumbre. Preparémonos para seguir oyendo estas noticias. Ahora no es solo cuestión de geopolítica como en los años 70 y 80, sino que se trata de un fenómeno con profundas repercusiones en la economía mundial”.
  2. Alfredo Jalife-Rahme (2005). “Superalza del petróleo a 105 dólares el barril?. México, La Jornada, 6 de abril.
  3. Si bien no existen estudios en el país, es posible pensar que con cada punto porcentual de aumento del IPC se crean en el país al menos 30 000 nuevos pobres (personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas, entre ellas, alimentación).
  4. Sobre este tema, consultar el excelente artículo de Norman Church (2005): “Energía, transporte y sistema alimentario”, www.rebelion.org, 21 de abril.
  5. Elsy Fors (2005) “El colapso del dólar”, Prensa Latina/Rebelión, 3 de abril.
  6. Alfredo Jalife-Rahme (2005). “Agonía del dólar: ¿el último tango del imperio?”, México, La Jornada, 11 de marzo.