Boletín de Derechos Humanos y Agronegocios N.º 11, diciembre de 2011. BASE-IS
En un acto de prepotencia institucional, el obediente ministro Enzo Cardozo saltó las competencias institucionales del SENAVE —ente encargado de la aprobación de nuevos “eventos” (o sea, semillas)—, aprovechó la ausencia del país del viceministro de Agricultura y aprobó, con la presión de la Monsanto y sus satélites empresariales locales (o sea, la CAP Cámara de Anunciantes del Paraguay), la variedad MON 531 de algodón transgénico.
En la misma resolución de autorización del uso de la nueva semilla transgénica de algodón, el llanista ministro de Agricultura delega a la DEAG (Dirección de Extensión Agraria), organismo dirigido también por otro operador político de esa interna del PLRA, a capacitar a los agricultores “en el uso de la nueva semilla”; al IPTA (Instituto Paraguayo de Tecnología Agropecuaria), coto privado de los empresarios sojeros, a realizar los “estudios de aplicación” de la variedad, y nada menos que a la propia empresa Monsanto “el monitoreo post comercial”. O sea, encarga a la propia empresa productora de la semilla a que fiscalice el pago de las regalías correspondientes por la comercialización de dicho algodón.
Más allá de la consideración de los daños que la introducción de otro transgénico pueda causar —en este caso— a las variedades nativas de algodón y a los estudios de adaptación de esas semillas a las características locales de clima y suelo que viene haciendo el IAN (Instituto Agronómico Nacional), esta decisión ministerial prepotente, sigilosa y sumisa ante el capital multinacional, nos muestra el aprecio y respeto que este ministerio y por extensión este gobierno tiene ante el pueblo en general y los futuros pequeños productores algodoneros del país, que —entre otras cosas— deberán pagar un altísimo costo para la compra de esas semillas, y un impuesto a la multinacional por la venta de su producción en concepto de regalías.
Como dijo el titular de la CAP “es un gran paso tecnológico para el Paraguay”… Es como pasar de la horca a la guillotina, lo cual supuso también un gran paso tecnológico para ciertas naciones y para ciertas cosas.
Pero no hay que echarle toda la culpa a nuestro ilustre ciudadano ministro. No solo acá se cuecen habas. Países que se dicen democráticos e incluso progresistas, más “avanzados” que nosotros como Brasil y Argentina e incluso Uruguay y hasta Bolivia, han bajado la cabeza ante las imposiciones ejercidas por un nuevo gobierno supranacional, el de las Repúblicas Unidas de la Soja (el de las multinacionales de la soja), que de hecho dirigen las políticas públicas en materia de agricultura, y en el caso paraguayo, de ganadería, de nuestros países.
Con esta medida, el algodón paraguayo, que era un cultivo que significaba ingresos en efectivo para una gran cantidad de pequeños productores, dejará de ser lo que era, ya que ahora la apropiación de los excedentes del mismo, que antes quedaba a los acopiadores, desmotadoras y exportadoras, ahora será apropiado también por la Monsanto, como se dijo, tanto en la venta de semillas, como por el pago de regalías al venderse la producción.
Otro círculo que se achica y que tiende a hacer desaparecer la agricultura campesina en el país.